1979, el Año de la Confirmación

La Roja en los Panamericanos de Puerto Rico. Arriba, de izq a der, Humberto Mazzarelli, Sandro Pifferi, John Panner y Eduardo Tapia. Abajo: Osvaldo Rodríguez, Sandro Zolezzi, Carlos Suez y Francisco Miranda.

Conseguido el objetivo de la clasificación a los Juegos Panamericanos en San Juan de Puerto Rico, el seleccionado ya mostraba un patrón de juego definido gracias a la experiencia de Sandro Pifferi, el talento de Eduardo Tapia y el despuntar de Osvaldo Rodríguez.

Por ello, la participación en la cita ecuménica del deporte continental tenía un objetivo muy claro: mínimo, ganar la medalla de plata. Otro resultado era un fracaso.

El Patinódromo Manuel Carrasquillo en la capital portorriqueña fue el escenario del debut del hockey sobre patines, en la lista de los Juegos Panamericanos. Fue esa pista donde la derrota en el debut ante los argentinos estaba dentro de las posibilidades, “aunque ningún deportista debería hacer sus cálculos sobre la base de partir reconociendo inferioridad” exponía la prensa.

La goleada al cuadro local fue un trámite, ya que el representativo boricua “participó en el hockey nada más que por ser el país sede”.

La victoria sobre los estadounidenses fue la “actuación más meritoria” de la Roja ante un quinteto “muy batallador”. Ese triunfo fundamentó la posibilidad de alcanzar, por lo bajo, la medalla de plata. Porque si se daba una serie de combinaciones de resultados, incluso el equipo chileno podía adjudicarse la presea de oro.

Pero primero había que vencer a Brasil. Fue ahí, en el pleito más importante de aquello Juegos, donde Chile planteó tácticamente mal el juego. Ante el constante movimiento de los verdeamarelos, los chilenos ubicaron un Cuadrado estático. Quienes presenciaron ese encuentro señalaron que los dirigidos de Juan Rojas no reaccionaron ni siquiera cuando estaban abajo 1-0, dejando que el rival retuviera la bocha sin presión y que creciera en sus ímpetus ofensivos. Sólo Sandro Pifferi escapó al juicio adverso que terminó con el equipo nacional en el tercer puesto. Una amarga medalla de bronce que tuvo efectos colaterales. Mientras estaba en los Panamericanos, el presidente de la Federación, Eugenio Silva, había sido informado de que era foco de un voto de censura de la asamblea de asociaciones, debiendo abandonar el cargo. Con él emigró también el DT Juan Rojas.

Tras los debidos cónclaves, asumió el cargo en la Federación Leoncio Medina, ex jugador de Universidad Católica y de Lo Espina, quien no tardó en designar al nuevo estratego de la Roja. Fue a uno que conocía desde sus tiempos en la UC, Mario Spadaro.

Selección Chilena, campeona sudamericana 1979. Arriba, de izq a der, Arturo Salvatierra, Eduardo Tapia, René Muñoz y Osvaldo Rodríguez. Abajo, Sandro Pifferi, Jorge Andreu, Jaime Cabello y Francisco Miranda.

Con la urgencia del Sudamericano de Naciones a disputarse en noviembre en la ciudad brasileña de Santos, Spadaro inició su etapa en el representativo. Manteniendo a algunos que venían en el equipo, como Eduardo Tapia; además de mantener a otros que podían aportar dentro y fuera de la cancha, como Sandro Pifferi; y fortaleciendo la opción de nuevos valores, como René Muñoz y Osvaldo Rodríguez, se viajó hasta los lares paulistas.

El gimnasio del Club Internacional de Santos congregó a más de tres mil torcedores, que se hicieron notar en sus provocaciones hacia los chilenos. Para peor, al término del primer tiempo Brasil se imponía por 2-0. El resultado parcial era fruto de errores chilenos, producidos por factores extras como la incomodidad en la estadía, lo que facilitó el trajín local.

El doblete de Eduardo Tapia comenzó a teñir de dramatismo aquella apertura del torneo, mas los locales lograron ponerse otra vez en ventaja. Chile se mostraba mejor, con manejo en la rotación buscando un resultado más benigno. Que llegó faltando poco para el término, mediante Osvaldo Rodríguez que firmó la paridad acompañado de un ambiente de velatorio entre el público.

“El gol del empate lo merecíamos mucho antes de los 50 segundos finales de juego como aconteció. Nadie puede decir que fue suerte. Yo mismo había disparado al arco. La pelota rebotó en el poste y la golpeó (Eduardo) Tapia. Pero el arquero Xixa atajó en forma insólita. ¡Esa es suerte!”, apostilló el alero.

El árbitro nacional Jorge González, presente en el evento, agregó que “a nuestros muchachos les sobró personalidad y se echaron al bolsillo a la torcida brasileña, que no podía conformarse con el empate”.

La inercia épica de aquella jornada se extendió al día siguiente ante los vigentes campeones mundiales. Como también se prolongó la hostilidad del público local. Y se sumó el árbitro brasileño Paulo Alberto, quien se mostró a ratos muy a favor de los argentinos.

Pleito apretado, en el que Chile mostró calidad de juego, personalidad y garra para establecer sus condiciones.  Esperó en su zona con el cuadrado chico, enfriando el trámite, ya que la obligación era del rival que se la jugó con marcación hombre a hombre. Pero el afán de Argentina por abrir pronto el tanteador dejaba en segundo lugar la labor de marcajes para buscar los resquicios.

Faltando cinco minutos para el término, Eduardo Tapia (¡otra vez!) enhebró una jugada que remató Francisco Miranda para vencer al portero rival. Secuencia histórica, qué duda cabe. Días después, el atacante de, en esos momentos, Universidad Católica reflexionaba: “Los argentinos llegaron agrandados y pensaron que nos goleaban. Se olvidaron que en el Mundial (San Juan 1978) perdimos con ellos 3-1. Estoy seguro que ahora nos miran con respeto y eso es un orgullo para el hockey-patín chileno”.

Tras aquel partido, Mario Spadaro comentó que su colega transcordillerano Santos Alvarez “estaba totalmente fuera de sí. Realizaba cambios a cada segundo para impedir nuestra continuidad. Marcaba a presión, después ordenada zona mixta. En una palabra, todo lo que gestó le fracasó y la respuesta está en lo que entregaron nuestros muchachos”.

La victoria de los albicelestes sobre Brasil por 4-2, en la jornada final –incluyendo agresiones de algunos hinchas hacia los hockistas trasandinos- formalizó el título continental para los chilenos, el cuarto de su historia, lo que llevó a decir a Mario Spadaro que era un hito “de jerarquía mundial. Cuando llegamos a Brasil, la prensa nos ubicó en el tercer lugar. Pero posteriormente cuando vieron el partido con el equipo local estuvieron más cautelosos”

El dato anecdótico: finalizado el certamen, fue tal la decepción de los brasileños por no haber conseguido la corona que dejaron botados a los chilenos en el gimnasio paulista ni tampoco les ofrecieron la tradicional cena de camaradería. “En Chile atendemos a los extranjeros como reyes y aquí nos reciben como las…”, filosofó el estratego.

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