Anecdotario Mundialista

Jorge Yuraidini, el benemérito líder de barra del deporte chileno, y Condorito Peralta, de la barra de Deportes Concepción, lideraron el apoyo del público en La Tortuga.

Antes del inicio de la Gira por Europa, le preguntaron a Spadaro: “¿Ha faltado algo en la preparación?”. Respuesta del técnico: “No, absolutamente nada. Si perdemos es lisa y llanamente porque somos malos”.

En los días que los seleccionados iniciaban su concentración en el Complejo La Perla, el preparador físico, Luis Villarreal, sufrió la mordida de un perro. Y aunque se lamentó lo sucedido, trascendió que los jugadores le decían al profe que “por fin ‘alguien’ se había desquitado por el fuerte trabajo a que los ha sometido…”.

Tras la visita a Talcahuano de octubre, Eduardo Tapia dijo que “pienso que vamos a quedar dentro de los cuatro primeros lugares”. Profético.

Las primeras delegaciones en llegar al país fueron las de Japón y Nueva Zelanda. Mientras los nipones extendieron su larga travesía desde Tokyo trasladándose en bus desde Santiago a Concepción, los oceánicos lucían en el aeropuerto, muy orgullosos, a su mascota: su ave nacional kiwi… que, en todo caso, venía disecada.

La delegación francesa consultaba sobre el estado de ánimo del equipo de Estados Unidos, su rival del debut el 9 de noviembre en Talcahuano. Específicamente, querían saber si sus jugadores eran republicanos o demócratas, “ya que si pertenecían a los últimos, la moral debe estar por los suelos” por la reciente victoria en la Elecciones Presidenciales del candidato del Partido Republicano, Ronald Reagan.

En el debut ante los colombianos, el equipo chileno tuvo el apoyo extra de la barra oficial de Universidad de Chile. Tras el partido que el cuadro azul perdió en San Bernardo, por 2-1 ante Magallanes, los simpatizantes de la U se trasladaron hasta el Parque O’ Higgins para liderar el respaldo al representativo local. “Lo extraordinario de todo es que el aliento de los estudiantes fue alegre, simpático y sin ningún garabato” se elogió en la prensa escrita.

En aquellos días mundialistas, no faltaron las escolares y calcetineras varias que se apersonaron en el hotel penquista para lograr algún autógrafo. Durante su franciscana espera, apareció desde el ascensor un grupo de hockistas japoneses, vestidos con sus buzos, acompañados de un civil. Las lolitas se acercaron a este último, pensando que era el técnico. Grande fue la sorpresa cuando ese personaje les habló en perfecto castellano. “¡Ah, yo soy de aquí… soy penquista!” Era un periodista de la zona, con claros rasgos orientales.

No faltó quien hiciera la observación de que cada vez que los jugadores procedían al saludo protocolar antes del inicio de un partido, no se sacaban los guantes lo que en el Manual de Carreño es síntoma de mala educación. La razón era simple: se tardaba mucho con el ceremonial de colocárselos y sacárselos, en un breve lapso. Al respecto, el estadounidense Pat Ferguson, comentó que “no es descortesía, pero me demoro como diez minutos en ponérmelos”.

El delantero de India, Sanjeer Datta, fue el goleador de su equipo marcando cuatro de los seis tantos que registraron los asiáticos. Paralelamente, este estudiante de Artes y Ciencias Políticas fue elegido por las intérpretes que trabajaron en el certamen como “el más amoroso”. Él, como agradecimiento, regaló aros “a quienes él estimó como las más cariñosas”. Incluso, dijo que se iba de Chile con pena, no por los resultados sino que “por estas lindas simpáticas y lindas mujeres”. Un astro dentro y fuera de la cancha.

Además de su nuevo astro, Giuseppe Marzella, en la delegación italiana destacaron otros dos personajes. Por un lado, el técnico Gianni Massari quien con su histrionismo era un espectáculo aparte cada vez que jugaba su equipo. Era tanta su expresión, que un diario local le dedicó una secuencia fotográfica reflejando cada uno de sus particulares “tics”. El otro fue el árbitro Giancarlo Frusteri que, aparte de su desempeño en el rectángulo, se hacía notar por los gruesos bigotes que lucía. El referí comentó que, una vez que terminara el certamen, se los afeitaría totalmente.

Una vez concluida la justa mundialista, el técnico Mario Spadaro dijo que con sus dirigidos “hemos hecho una familia leal y derecha. Por eso es que cuando alguno habla dice: Nada hay primero que el equipo”. Al definir a sus jugadores, fue directo: Jaime Cabello: “uno de los tres mejores arqueros del mundo”; Arturo Salvatierra: “más de lo esperado y gran revancha del Sudamericano”; Eduardo Tapia: “se superó largamente”; René Muñoz: “se agrandó en los momentos duros”; Osvaldo Rodríguez: “al final volvió a ser crack”; Sandro Pifferi: “una rectitud que impacta”; Francisco Miranda: “gran soldado de la causa”; Eduardo Riveros: “firme e invariable”; Jorge Andreu: “siempre listo y atento”; José Antonio Espinoza: “gran aliciente y apoyo constante”.

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