Los Antecedentes del Título

Jaime Cabello (derecha) posa junto a los españoles Ferrer y Nogué, en el Parque de Mayo en San Juan, en noviembre de 1976. Esa primera incursión del proceso que se iniciaba no tuvo los mejores resultados.

El título en Santos fue el primer eslabón triunfal de un proceso que la Selección Nacional había iniciado tres años antes, cuando el recién asumido directorio de la Federación, encabezado por Eugenio Silva –ex hockista de Universidad de Chile y Audax Italiano y ex entrenador de Las Condes y Aviación- tenía como prioridades a la Roja. Para ello, ese 1976 ya había logrado –gracias a las gestiones encomendadas a Luis Penna- la sede del Mundial fijado para 1980.

Con cuatro años de plazo, se inició el camino para la conformación de una Selección Nacional que lograra meterse entre las potencias del orbe.

La primera estación fue un cuadrangular, en noviembre de aquel 1976, en la vecina San Juan donde una Selección de Proyección se enfrentó a España, Argentina y la Selección de Mendoza.

Dirigido por el técnico Elías Rivera, la mitad de ese plantel (Jaime Cabello, Jorge Andreu, Eduardo Riveros, Arturo Salvatierra, Eduardo Tapia y Francisco Miranda) llegarían a jugar el Mundial en Talcahuano. Pero los resultados obtenidos en aquella incursión transcordillerana no hacía presagiar aquello: 1-6 con los hispanos, 3-13 con los albicelestes y 3-5 con los mendocinos. Para peor, los periodistas presentes en el certamen disputado en el Parque de Mayo hablaron que el representativo chileno lució un “hockey caduco”, casi de cámara lenta, con poco manejo de la bocha. Más directo fue el goleador español Humberto Ferrer, quien comentó que “el chileno no sabe rodar ni, mucho menos, desplazarse”. Había mucho que trabajar.

Sudamericano de 1977. La incursión a San Juan sirvió para delinear el siguiente paso, el Sudamericano que se jugaría en noviembre de 1977 en el Estadio Chile (hoy estadio Víctor Jara) de Santiago. Para ello, seis meses de preparación tuvo la Selección Chilena, ahora dirigida por Jorge Aliaga, de cara al undécimo Torneo continental. El proceso incluyó partidos como visitante ante la Selección de San Juan (5-10 y 5-5), el quinto lugar en el Nacional adulto, una incursión a Buenos Aires -donde se impuso a Huracán y Regatas de Brasil más un empate con Estudiantil de San Juan- y un cuadrangular local –donde venció a los combinados de Viña del Mar, Huachipato y UTE-.

Selección Nacional en 1977. Arriba, de izq a der, Arturo Salvatierra, Sandro Pifferi, Eduardo Riveros, Jorge Aliaga (DT), Eduardo Tapia, Francisco Miranda y Osvaldo Cordero. Abajo: Evaristo Mena, Sandro Zolezzi, Jaime Cabello y Osvaldo Rodríguez.

Pero la derrota inicial en el certamen ante Brasil por 5-2 complicó todos los planes. Lamentablemente, la rapidez aplicada en sus contragolpes por los verdeamarelos se reflejó en la distancia que marcaron en el marcador. En sus siguientes pleitos -2-2 y 3-3 con los argentinos más otro 2-2 con los brasileños- mostró a un equipo chileno con “un afán ofensivo, pero desordenado” agregándose que “el Sudamericano no dejó sabor amargo para los chilenos” porque se “evidenció un notable progreso respecto a la situación en que se encontraba este deporte en los últimos años”.

Mundial 1978. Los optimistas comentarios que se esbozaron tras el mencionado Sudamericano se confirmaron con su retorno a los Mundiales, tras seis años de ausencia en aquellas magnas citas, en el evento fijado para San Juan en noviembre de 1978. Optimismo había por el desarrollo del proceso, tanto que el presidente de la Federación, Eugenio Silva, no dudó en profetizar que “estaremos entre los seis primeros”.

Tal optimismo se reafirmó luego de los tres primeros mundialistas: 10-3 a Australia, 5-3 a Brasil y 13-0 a Japón. La prensa acreditada designó a la Roja como el “equipo sorpresa del torneo”. El DT Juan Rojas –quien había reemplazado a Jorge Aliaga, quien había presentado licencia médica un par de meses antes- comentaba también que la afición sanjuanina ya había ungido al representativo chileno como uno de sus favoritos. “En todo momentos en las calles y en los partidos se nos aplaude y alienta. Estamos muy agradecidos con las atenciones del pueblo argentino”, decía el estratego.

Y reafirmando que Chile “mira con respeto a todos sus rivales” llegó el partido con Portugal. La máxima potencia liderada por el mejor de todos, Antonio Livramento, manteniendo inalterable su calidad. Quienes asistieron al Parque de Mayo quedaron, literalmente, con la boca abierta cuando, iniciado el segundo tiempo los sudamericanos superaban a los lusitanos por… 4-0. Los europeos reaccionaron, los chilenos se desajustaron y se emparejó la cuenta a 4-4. Minuto final y hubo penal para los chilenos, pero Eduardo Riveros lo desperdició. Lo peor sucedió restando sólo segundos: los lusos marcaron el gol que les dio el triunfo 5-4. Los nacionales quedaron desechos, pero se habían ganado el respeto. Es más, posterior al duelo, el mismísimo Livramento se hizo presente en el camarín chileno y felicitó a cada uno de los rivales. Nobleza de un grande.

Ese traspié “dejó huellas físicas y anímicas. Chile lamentó su segundo contraste” al caer con Estados Unidos (3-5). A pesar de esa coyuntura, el representativo nacional era ubicado en un bloque denominado “intermedio” –una suerte de escolta de los favoritos Argentina, España y Portugal- junto a Italia, Alemania, Brasil y los norteamericanos. En los de “menor calidad” se cobijó a Japón, Mozambique, Australia y Bélgica.

El pleito con los trasandinos avizoraba “una nueva recuperación” pero la derrota 3-1 “fue una culminación de infortunios. La pelota bailó varias veces en la línea del arco argentino y se estrelló frecuentemente en los palos. El buen juego no sirvió” con los vecinos cordilleranos.

 

La Selección mundialista de 1978. De izq a der: Sandro Pifferi, Evaristo Mena, Eduardo Riveros, Sandro Zolezzi, Carlos Suez, Eduardo Tapia, René Muñoz y Francisco Miranda

La caída ante Italia por 3-2 “puso después la lápida” mientras que las victorias, con sendos 6-2, sobre Bélgica y Mozambique “sólo sirvieron para encaramarse” en la tabla de posiciones logrando un sexto lugar que “parece discreto, luego del comienzo avasallador, pero que no es malo si se revisa la historia: está a la par con lo mejor que ha logrado Chile en sus participaciones mundialistas”. Se seguía creciendo de forma superlativa.

Panamericanos 1979. El Patinódromo Manuel Carrasquillo en San Juan de Puerto Rico fue el escenario del debut del hockey sobre patines, en la lista de los Juegos Panamericanos entre el 8 y 12 de julio de 1979. Para Chile el objetivo era alcanzar, mínimo, la medalla de plata gracias al aval de lo realizado en los años anteriores.

Por eso, la derrota en el debut ante Argentina (2-5), vigentes campeones mundiales, estaba dentro de las posibilidades, “aunque ningún deportista debería hacer sus cálculos sobre la base de partir reconociendo inferioridad” exponía la prensa.

Así también, la goleada al cuadro local (29-0) fue un trámite, ya que el representativo boricua “participó en el hockey nada más que por ser el país sede”.

La victoria sobre los estadounidenses (6-4) fue la “actuación más meritoria” de la Roja ante un quinteto “muy batallador”. Ese triunfo fundamentó la posibilidad de alcanzar, por lo bajo, la presea plateada. Porque si se daba una serie de combinaciones de resultados, el equipo nacional incluso podía adjudicarse la medalla de oro.

La Roja en los Panamericanos de Puerto Rico. Arriba, de izq a der, Humberto Mazzarelli, Sandro Pifferi, John Panner y Eduardo Tapia. Abajo: Osvaldo Rodríguez, Sandro Zolezzi, Carlos Suez y Francisco Miranda.

Pero primero había que vencer a Brasil. Fue ahí, en el pleito más importante de aquellos Juegos, donde Chile planteó tácticamente mal el juego. Ante el constante movimiento de los verdeamarelos, los chilenos ubicaron un Cuadrado estático. Quienes presenciaron ese encuentro señalaron que los dirigidos de Juan Rojas no reaccionaron ni siquiera cuando perdían 1-0, dejando que el rival retuviera la bocha sin presión y que creciera en sus ímpetus ofensivos estableciendo l 2-0 definitivo. Sólo Sandro Pifferi escapó al juicio adverso que terminó con el equipo nacional en el tercer puesto, que no fue bien recibido. Una amarga medalla de bronce.

Ese desempeño trajo consecuencias colaterales. Sobre todo para Eugenio Silva, quien se enteró en Puerto Rico que había recibido un voto de censura por parte del Consejo de Delegados –por cinco sufragios contra uno- por supuestas irregularidades en la rendición de fondos tras el Mundial del año anterior, en Argentina.

Ante esa instancia, se conminó a Silva a dejar su cargo quien puso por sobre sus intereses personales los del hockey al presentar su “renuncia irrevocable”. Pero no todo quedó en paz, porque mientras se esperaba la nueva elección de directiva –con el vicepresidente Gabriel Santos asumiendo, en forma interina, la cúpula- se debió apurar una aclaración del asunto para no derivar en una desafiliación del Comité Olímpico. En una declaración pública, difundida el 27 de julio, se especificó que la censura en contra de Silva no implicaba su expulsión de la Federación por lo que podía seguir ejerciendo sus cargos internacionales y que en el futuro podía postular a nuevos cargos directivos. Pero como presidente no seguía.

Tal decisión también influyó en el proceso de la Selección. Sin contar con el respaldo del directorio saliente, Juan Rojas terminó su labor. Con la asunción de Leoncio Medina como nuevo presidente, fue designado en la cabina técnica el estratego Mario Spadaro. Se iniciaba la ruta hacia una nueva estación.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *