En la anterior entrega hubo referencia al Dogma del 1-1-2 que imperó en nuestra disciplina entre el Mundial de 1962 hasta principios de los años 90. Sin embargo, aunque pareciera que las alternativas eran mínimas para romper con ese sistema, hubo técnicos nacionales que tuvieron su receta –o “cada entrenador con su librito” como dice el dicho- para romper con esos esquemas básicos.
Un adelantado en el tema fue Oscar Ahumada Santander, estratego que tuvo a su cargo –entre otros elencos- a la UTE, la Selección Chilena y Unión Estudiantil de San Juan (1957-1959). Él rompió con los cuadrados defensivos que imperaban a fines de los años 60 y principios de los 70 con la estrategia de los “Wines Armadores” que mostró en el Sudamericano de 1971, específicamente en el empate 1-1 con Argentina el 14 de octubre de aquel año en Sao Paulo.
La premisa era básica: mientras la mayoría de los equipos –en esas coyunturas- se basaba en el despliegue de su “medio” para buscar a uno de sus dos delanteros, con los mencionados “Wines Armadores” cuando el quinteto salía en ataque los aleros –los wines para Ahumada- se abrían hacia las barandas –uno de ellos con la bocha dominada-, obligando a sus marcadores a seguirlos hacia esa posición. Con espacios libres en el centro, ingresaba el otro delantero para conectar el centro de su compañero con un remate de volea –“El Centro de la Muerte” como se conoce-. Los otros dos integrantes del equipo cuidaban la retaguardia lo que garantizaba equilibrio y funcionalidad de equipo. Eran los tiempos en que el hockey comenzaba a dejar de depender de una o dos individualidades para darle primacía al juego de conjunto.
Es más, esto de los “wines armadores” –o buscar la habilitación hacia el centro- sacó lustre en nuestras canchas en mayo de 1978, con la visita de Racing Club de Buenos Aires. En la goleada 12-1 que le endosó a León Prado, en el embaldosado de Gran Avenida 3696, el quinteto trasandino aprovechó esta estrategia lo que llevó a la prensa publicar que los argentinos mostraron “un hockey con velocidad de rayo”, sobre todo por aquellas incursiones definidas como parte del “hockey moderno, sin chiches. Sólo preocupado de tirar a puerta, pero no desde posiciones difíciles sino que desde el compañero mejor ubicado”. Jugada que hoy es obvia, pero que recién se utilizó a partir de la ocurrencia de Oscar Ahumada.