Una final de aquellas protagonizaron ambos equipos ibéricos, digna de un Mundial, como dice el lugar común. Que tuvo de todo, incluyendo la tensión tan característica en estas instancias.
Con relación al partido en sí, las lusitanas intentaron controlar el trámite rotando la bocha para escondérsela a su rival. Incluso, le supo cerrar los espacios a las hispanas con una constante cobertura defensiva. Sin embargo, en ataque sólo contaba con una atacante neta (Marlen Sousa) para el potencial zarpazo.
Las españolas, en tanto, fueron machacando de a poco con su despliegue transversal y patrullando los costados buscando la entrada de alguna atacante por el centro.
Entre tanta muestra táctica, donde había más velocidad mostrada que habilidad grupal, nuevamente la salida de libreto de algún nombre propio podía comenzar a desnivelar el asunto. Y fue Anna Casarramona, con su disparo favorito -la pala- la que decretó la apertura.
Con esa desventaja, las portuguesas mandaron una delantera más (Marta Vieira) para apelar al 2-2 en la búsqueda de balance. Y fue ahí que se vieron mejor, obligando a la portero Teresa Bernadas a mostrar sus mejores habilidades para clausurar su portería. Estos predicamentos se mantuvieron en el complemento, sobre todo cuando España quedó en ventaja 2-0.
El descuento luso, a falta de casi un cuarto de hora para el final, puso pimienta y ajustó las propuestas estratégicas. Los cambios de ritmo entre ambos quintetos fueron más marcados, en donde las españolas apretaron aún más la salida portuguesa en sus intentos por terminar arrinconando a las lusitanas.
La inclusión de Marta Vieira se justificó, además de su gol, en la maniobra del empate porque la atacante robó una bocha en área española, amagó y se la dejó mansita a Marlen Sousa para cobrar. Con ese 2-2 entraba a tallar, además de las maniobras grupales y habilidades individuales, la fortaleza mental para triunfar en tal escenario definitorio.
Escenario definitorio que se extendió al tiempo extra, donde España se vio más decidido a terminar luego con el tema mientras que Portugal apelaba a la pausa, más si estaban con 9 faltas por lo que no podían dar el paso en falso.
La presión en la salida lusitana le dio resultados a las hispanas. Faltaban sólo 7 décimas de segundos… ¡¡SÓLO 7 DÉCIMAS DE SEGUNDO!! para que finalizara el primer alargue cuando María Diez desataba la celebración tras robarle en su propia área la bocha a Rute Lopes y cobrar.
De esta manera, España reconquista un título que no gozaba desde el 2008 en Yuri-Honjo, con un plantel del cual sobrevive Natasha Lee quien también había perdido la opción dos años antes con Las Marcianitas en San Miguel. Así, las de camiseta roja lucen ya un pentacampeonato uniendo los éxitos en 1994, 1996, 2000 y el ya nombrado 2008.
Portugal, en tanto, por cuarta vez queda a la vera del camino sumando lo sucedido en 1998, 2000 y 2008. Curiosamente, en las del 2000 y 2008 cayó ante las españolas por 0-2 y 1-3.