Este viernes comenzó en la ciudad surcoreana de Pyeongchang la XXIII versión de los Juegos Olímpicos de Invierno. Evento que en su menú de deportes destaca a la competencia de hockey sobre hielo –deporte hermano de nuestro hockey-.
Como todo evento olímpico, hay capítulos épicos que le dan su áurea a los Juegos. Y uno de esos episodios es el llamado Milagro Sobre el Hielo, cuando en la competencia de hockey Estados Unidos venció a Unión Soviética, en momentos en que la Guerra Fría estaba en su máxima expresión. El escenario de aquella hazaña fue la cita de Lake Placid, realizada entre el 13 y 24 de febrero de 1980.
La previa. Antes del inicio de aquellos Juegos, el representativo de la URSS –conocido como el Ejército Rojo– era el mejor del mundo. Había ganado la medalla de oro en los Juegos Olímpicos de 1964, 1968, 1972 y 1976; más los Mundiales de 1963, 1964, 1965, 1966, 1967, 1968, 1969, 1970, 1971, 1973, 1974, 1975, 1978 y 1979. En resumen, un equipo imbatible. Y revolucionario también, porque al juego de los otros equipos donde primaba el físico, la URSS lucía un representativo cuyo estilo se basaba en movimientos y pases majaderamente ensayados.
Como el sistema soviético les entregaba trabajo, siendo nominalmente oficiales del Ejército de la URSS, eso les permitía a los seleccionados dedicarse exclusivamente a las prácticas del equipo. Donde, de acuerdo a la planificación establecida con una impronta espartana, vivían juntos durante 11 meses al año sin ver a sus familias. Una suerte de deportistas del Estado, lo que les permitía pasar por amateurs, requisito básico en esos años para participar en los JJ.OO.
Por el lado de los Estados Unidos, el equipo olímpico debía ser conformado por estudiantes que jugaban en las Ligas Universitarias, ya que los mejores valores alineaban como profesionales en la NHL.
Para colmo, había tensión política por la invasión de los soviéticos a Afganistán, en diciembre de 1979. ¿Algo más? Días previos al inicio de los Juegos en Lake Placid, el 9 de febrero en el Madison Square Garden de Nueva York, en un partido amistoso la URSS goleó 10-3 a los bisoños gringos. Con eso, el apoyo popular hacia el representativo de EE.UU. era mínimo.
El torneo. Bajo ese pesimista marco, el técnico norteamericano Herb Brooks –de amplio currículum en las competencias estudiantiles- estableció un sistema donde primaba el juego de conjunto –similar al soviético- con una dosis de rapidez y presión al rival.
Contra todo pronóstico, en la primera fase los locales igualaron 2-2 con Suecia y dieron cuenta de Checoslovaquia, plata en los Juegos de 1976 (7-3), Noruega (5-1), Rumania (7-2) y Alemania Occidental, presea de bronce cuatro años antes (4-2). Eso le permitió clasificar segundo en su grupo, escoltando a los suecos sólo por diferencia de goles.
En la liguilla final, el primer partido los enfrentó ante el cuco soviético, que había sacado a pasear a todos sus rivales en su grupo: 16-0 a Japón, 17-4 a Holanda, 8-1 a Polonia, 4-2 a Finlandia y 6-4 a Canadá. Por supuesto, al crucial cotejo se le otorgó el morbo nacionalista por enfrentar al clásico antagonista.

El partido. Fue el 22 de febrero la fecha asignada para la gesta de aquellos estudiantes. El primer tiempo finalizó empatado 2-2, donde el portero local Jim Craig fue gran figura; mientras que su colega europeo Vladislav Tretiak, el mejor del mundo en ese momento, rechazó mal el disco en los últimos instantes del lapso, permitiendo que Mark Johnson estableciera la paridad.
El error de Tretiak le costó caro, porque su DT Viktor Tikhonov lo sacó para el segundo lapso mandando a la pista a Vladimir Myshkin. A pesar del 3-2 con que terminó la segunda parte, Jim Craig continuó como el principal referente estadounidense al conjurar once disparos que iban para gol.
Fue en el tercer tiempo –en el hockey sobre hielo se disputan tres partes- donde la hazaña se concretó. Aprovechando la superioridad numérica, por suspensión de dos minutos de Vladimir Krutov, Mark Johnson marcó el 3-3. Poco después, Mike Euzione firmó el 4-3 que, a todas luces, era un batatazo.
A partir de ahí, Brooks fue rotando a sus jugadores para aguantar las cargas soviéticas, que con el tiempo en contra se desordenaron. Los últimos instantes del encuentro se tiñeron de mito gracias al relato de Al Michaels, quien narró que “¡La cuenta atrás va a terminar ya! Morrow, pasa para Silk. ¡Quedan cinco segundos! ¿Creen en los milagros?… ¡Sí! ¡Increíble!… ¡No hay palabras para describirlo, perdónenme!”
Tras la histórica victoria, todo el país se volcó para apoyar al equipo en su último pleito ante Finlandia, dos días después. El 4-2 a los escandinavos permitió que Estados Unidos se llevara la medalla de oro. Y, de paso, el nacimiento de la leyenda.
Las películas. Como les gusta a los estadounidenses, esta hazaña la perpetuaron en dos películas. La primera se tituló Milagro Sobre el Hielo, de 1981, y fue protagonizada por Karl Malden -famoso por su papel del teniente Mike Stone en la serie Las Calles de San Francisco– como Herb Brooks y Steven Guttenberg –el irreverente Carey Mahoney en la saga Locademia de Policía– como el portero Jim Craig. Es más, este filme lo exhibió Canal 13 en 1984, en dos ocasiones, en su espacio Cine En Su Casa.
Poco más de dos décadas después, en 2004, se estrenó Milagro donde el papel de Brooks lo tomó Kurt Russell –conocido por su rol de Snake Plissken en Escape de Nueva York y Escape de Los Ángeles, entre muchas otras-, Patricia Clarkson –Ava Paige en la saga Maze Runner– como Patti Brooks, Noah Emmerich –Marlon en The Truman Show– como Craig Patrick, el ayudante técnico de Brooks, y Eddie Cahill –hoy conocido por su papel del detective Don Flack en la serie CSI: Nueva York– como Craig.
Oye, ¿y si aquí en Chile se llevara a la pantalla grande las hazañas de la Selección Nacional en los Mundiales de 1980 y 1982, o a Las Marcianitas campeonas de 2006? Se lo merecen, ¿no creen?
