La siguiente crónica tiene un fuerte aroma ochentero. Claro, hablamos de una coyuntura donde los niños y adolescentes habían encontrado una nueva entretención en los juegos de video Atari y Commodore, que se conectaban al televisor. En las radios se escuchaban canciones como Time Out For Fun de Devo, Beat It de Michael Jackson y Mr. Roboto de Styx. ¿Música en castellano? Había un leve asomo de lo que después se conoció como rock latino, gracias a la Banda Metro que tenía como caballito de batalla el tema llamado En El Metro –“Meeetro… en el Meeeeetro… son cosas que suceden en el Metro…” rezaba su estribillo-. En el cine, Reto al Destino con Richard Gere y Debra Winger, más Flashdance con Jennifer Beals tenían la preferencia del público.
Pero también eran los días en que, tras la fuerte recesión de mediados de 1982, comenzaban las manifestaciones sociales en contra de la dictadura. Y mientras la violencia en la calles sólo se podía ver por videos independientes o se difundía en el extranjero, la televisión local emitía diversión a través de programas como Sábados Gigantes y El Festival de la Una.
Entre medio, el hockey continuaba su derrotero. En enero de 1983 se extendían los éxitos internacionales de los últimos cuatro años con el tercer puesto que el equipo de Manuel de Salas obtuvo en el Mundialito de Sertaozinho, escoltando a los españoles del Barcelona y los portugueses del Porto.
Esas referencias –además de los cuartos puestos en los Mundiales de 1980 y 1982, más el título sudamericano de 1979 y la medalla de oro en los Juegos Cruz del Sur tres años después- habían motivado a muchos niños a probar suerte practicando este deporte que lucía patines y chuecas. No en vano, en las últimas Navidades uno de los regalos más pedidos había sido, justamente, un par de patines.
Dicho crecimiento deportivo había provocado, de paso, el nacimiento de nuevos clubes los que se congregaron en la competencia de 1983. Instituciones cuyos hockistas adquirían sus implementos en la tienda de Díaz-Marín, ahí en calle Llano Subercaseaux, a pasos de la salida poniente de la metro estación San Miguel –y en donde su cancha de patinaje se transformaba, los fines de semana, en la pista de baile de la posteriormente famosa Gelatería Baruffino’s-. En el local, atendido por su propio dueño Eduardo Díaz, acompañado de su inseparable pipa, las planchas blancas Skater eran las preferidas, aunque muy pronto las Leccese amagarían esos privilegios de la firma española. Como lo hizo la propia Skater con sus chuecas terminando con el monopolio que tenían los sticks Reno, con sus modelos con etiqueta azul –la World Champion– y etiqueta negra –la Internacional-.
Aunque en el tema de los botines, también la llevaban los hechos a medida por el popular señor Cartagena, cuya gracia era su diseño acolchado por los lados y que atendía en el taller que tenía al fondo de su casa ubicada en calle Valdivieso, en Conchalí.
El formato. De partida, a diferencia de lo sucedido el año anterior, el campeonato retomó su nombre de Metropolitano tras denominarse Inter Regional. Siempre auspiciado, eso sí, por Milo personificado por el siempre hiperkinético Sergio Villegas quien, cada fin de semana, después de asistir a todas las canchas para colocar los lienzos con su marca se dirigía a los diarios, radio y televisión para entregar el resumen de la fecha con todos los resultados más imágenes en fotografías y videos.
La gran novedad fue su sistema de competencia, porque los equipos no se dividieron en grupos para después disputar la final en un hexagonal sino que se apostó al Todos Contra Todos. Eso garantizaba una continuidad hasta principios de diciembre, sin necesidad de agregar un torneo extra para completar el año.
Las categorías en juego eran sólo cuatro: Segunda Infantil o Mini, con deportistas de hasta 12 años de edad; Primera Infantil o, simplemente, Infantil, con hockistas hasta 15 años; Juvenil, hasta los 18; y Adultos, a partir de los 18.
El contar con 21 clubes garantizaba una temporada maratónica. Por ejemplo, en la serie Infantil –la que más equipos convocó- aseguraba que cada quinteto jugaría en el año un total de 46 partidos. Y los Adultos –también conocida como Honor- agendaron 30 pleitos.
¿Busca cancha? El alto rating de hockistas fue proporcional a las canchas con que se contó para este magno campeonato. Así, por ejemplo, Audax Italiano aún contaba con su Bombonera, en Tocornal 446 manteniendo su leve inclinación de oriente a poniente; mientras que Ferroviarios se fortalecía en su feudo ubicado en Ramón Subercaseaux 3050 –entre San Alfonso y Conferencia-, con los camarines levantados bajo la única y hoy demolida tribuna edificada en el Estadio San Eugenio, cuyo campo de juego estaba detrás de su homónima hockística.
Thomas Bata, León Prado, Universidad de Chile, Universidad Católica, Usach, Stadio Italiano y los representativos viñamarinos mantenían sus respectivos nichos en Peñaflor, Gran Avenida, Recoleta, Santa Rosa de Las Condes, avenida Ecuador, Apoquindo y Forestal.
Se estrenaba oficialmente el patinódromo del Parque O’ Higgins –que ya había sido escenario de algunas definiciones en temporadas anteriores-, el embaldosado de Red Star en la plaza de la Villa Macul, el rectángulo del Liceo Manuel de Salas en su patio central y la cancha que el Club Palestino levantó en un sector de dicho recinto por el lado de avenida Kennedy –y en donde un par de años más tarde se filmó un comercial de Milo con Rata Herrera como protagonista-.
En total trece escenarios para programar cada fin de semana, con jornadas los sábados en la tarde, a partir de las 15 horas; y los domingos hasta las 2 de la tarde.
Los equipos. Como se evidenció en anteriores párrafos, el impacto mediático que tuvo el hockey derivó en un crecimiento de sus exponentes infantiles. De esta manera, en la Asociación Santiago los sempiternos Audax, Bata, Red Star y Universidad de Chile recibieron el aporte de Bernardo O’ Higgins y Manuel de Salas. O’ Higgins debutaba de forma oficial en la competencia federada tras dos años de trabajos encabezados por el técnico Antonio Luna, y en cuyos equipos destacaban unos mozalbetes llamados Aquiles Moya, Mario Farías, Carlos Latorre, Felipe Moncada, Danilo Núñez y uno que era pequeño de talla, pero con un talento superlativo, llamado Álvaro Aravena. Además de destacar por su juego, los equipos del Parque llamaban la atención porque periódicamente cambiaban diseño de camiseta –con preponderancia de los colores blanco y rojo- debido a los auspicios –como Planchón e Indemé– que gestionaba su coordinador José Aravena.
Manuel de Salas, por su parte, había entrado en competencia en el Torneo Primavera 1982 y mostraba ya evidentes progresos bajo la dirección técnica de un joven técnico llamado José Antonio Espinoza, quien contaba con ilustres como Ivo Susa.
Paralelamente, la cantera del Instituto Miguel León Prado se mantenía activa para nutrir a sus tres clubes. Así, en León Prado Azul resaltaba su quinteto estelar Infantil formado por Ricardo Correa, Miguel González, Álvaro Yuso Carbonell, Sandro Botto y Jorge Sinsay. Estos cinco compartían, prácticamente, todos los días porque a sus actividades deportivas se unía el hecho de que eran compañeros de curso en el Primero Medio B del IMLP. Pero también en este club había otros ilustres como José Antonio Oñate, Julio Luque, Ricardo Schmidt, Jorge Aguiló –hoy radicado en Brasil-, José Fernández –papá de Joaquín Fernández, hoy en el Benfica portugués- y Eduardo Flores –hoy director técnico y padre de Catalina y Nicolás-.
León Prado Blanco lucía a un pequeño muy entusiasta llamado Gonzalo Campos –ex mundialista, técnico y hoy Director de Deportes en la Municipalidad de San Miguel-, acompañado de Enzo Nervi –padre del arquero de Universidad Católica, que lleva el mismo nombre-.
Y León Prado Rojo tenía como referencia a Miguel Lorca, Jorge Pizarro, Cristián Riveros, Mario Castro y Francisco Mardones –arquero, bimundialista en 1988 y 1989-; respaldados por Juan Villarroel –hoy destacado árbitro internacional-, Jorge Rodríguez –periodista, creador y editor de Patines y Chuecas-, Miguel Araos y Aldo Cassinelli –hoy destacado economista-.
San Ignacio, tras su debut el año anterior, confirmaba su alza guiado por su estandarte Cristián Aranda; mientras que en Ferroviarios los hermanos Rodrigo y Cristián O’ Ryan lideraban el grupo que vestía camiseta roja y pantalones blancos.
Y en Viña del Mar, Univec cambiaba de nombre a Viña Patín Club teniendo como principal crédito a Raúl San Martín.
Los astros. Pero era en la serie Adulta donde el interés era mayor. Porque estaba Manuel de Salas, que era la Selección Nacional con su plantel integrado por José Antonio Espinoza, Arturo Salvatierra, Mauricio Dinningham, Rodrigo Muñoz, Osvaldo Rodríguez, Christian Espinoza, Ricardo Espinoza y Reginaldo Mallea.
Por calidad de juego se sabía que era el mejor equipo del país. Pero sus hockistas también le ponían un poco de pimienta a los partidos –juego recio- que, en su momento, fue incomprendido por el medio acusándolos, de forma injusta, de mal intencionados, ensuciar los cotejos. Sin embargo, el tiempo ha demostrado que el único objetivo era elevar el rendimiento del rival ya que así era como se jugaba en el extranjero –bagaje tenían de sobra los del Manuel de Salas, con Mundiales y Sudamericanos-.
¿Quiénes amagaban a los liceanos? Thomas Bata, con Eduardo Cleveland como referente, contando además con Francisco Miranda, Evaristo Mena y Ramón Méndez.
También, Universidad de Chile que estrenaba en su alineación a Oscar Ahumada Arredondo, quien cuajó muy bien con Roberto Vargas Álvarez, Marcos Ledoux y Arturo Moreno.
O el debutante Apumanque que, con el apoyo del recién inaugurado mall –cosmocentro le decían en esa época- contaba con ilustres como Cristián Rata Herrera –que oficiaba de DT-jugador-, Gustavo Peña, Pablo Morán y Carlos Toto Albornoz.
En Audax el liderato había sido entregado –tras el retiro definitivo, el año anterior, de Alfonso y Mario Finalteri, con flamantes 50 y 52 años de edad, respectivamente- a Manuel Llorens, al que aún le quedaban historias para redactar.
En Universidad Católica, Rodrigo Bendeck continuaba con su efectividad goleadora; a la par que los hermanos Francisco y Mauricio Sabotier habían retornado a Gran Avenida 3696 para alinear por León Prado Rojo, en cuyas dorsales no se mostraban números arábicos sino que dígitos romanos.
¿Campeones? Tras siete meses de competencia, Bernardo O’Higgins se llevó el cetro en Segunda Infantil; León Prado Azul A, en Infantil; Universidad de Chile, en Juvenil; y Manuel de Salas, en Adultos.
Sí, había sido una maratón porque nunca antes –y nunca después- se habían inscrito tantos equipos en una sola temporada. Y que jugaran todos contra todos, totalizando 1.336 partidos fue toda una gracia. Con razón se puede decir que fue una temporada con alto rating.
Curiosidades. Entre los hitos que dejó el Metropolitano 1983 se destaca el hecho que había constante información en los medios, sobre todo en televisión. De hecho, la definición en la serie Adulta entre Manuel de Salas y Thomas Bata, jugada en noviembre en la cancha de Brown Norte, fue transmitida en directo por TVN. También, la definición del Nacional Mini entre San Miguel y Santiago, en la cancha del León Prado.
Si bien fueron 21 clubes los participantes, pudieron haber sido más. Porque de la temporada anterior, no se anotaron San Antonio, cuya cancha estaba en El Tabo; Fénix Rancagua, representativo de la Sexta Región; y San Javier, que sí compitió en los Torneos Nacionales de Asociaciones. Además, un par de años antes había salido de escena Lo Espina y Delegación FACH.
En lo ejecutivo, se produjo una nueva división de categorías tras registrarse catastróficas goleadas por la diferencia de edad entre los competidores. Por ejemplo, en Mini el representativo de Palestino –cuya edad promedio era de 8 años- cayó 41-1 con Viña Patín –promedio de 11 años- y 64-0 con León Prado Rojo –media de 12 años-. O en Infantil, donde León Prado Rojo B perdió con León Prado Azul A por unos aplastantes 39-0 y 33-1.
Ante eso, para la temporada 1984 se reestructuró el esquema creándose nuevas series. A saber, Cuarta Infantil hasta 9 años de edad; Tercera Infantil, hasta los 11; Segunda Infantil, hasta los 13; Primera Infantil, hasta los 16; Juvenil, hasta los 18; y Adultos, a partir de los 18 años.
Y también, se anunciaba para marzo de dicho año venidero la disputa, en Santiago, de la primera versión de los Sudamericanos de Naciones en series Mini e Infantil. Pero ésa es otra historia… aunque también ochentera como fue esta crónica.
espectacular tantos antecedentes felicitaciones. rollergene