Descansa, Pequeño Guerrero

Te conocí un viernes por la tarde, cuando me recibiste en tu habitación con una sonrisa mientras terminabas de entretenerte con un juego de video. Ahí estabas, reposando en tu cama pero transmitiendo una energía plena de amor que tu mamá, tu papá y tus hermanos ayudaban a fluir para que quien llegara a tu casa sintiera ese enorme amor que transmitías.

Amor y pasión por la vida, porque con un convencimiento infinito me dijiste que tu preocupación era tomarte todo el tiempo necesario para ir recuperándote de a poco, y cumplir con la promesa que le habías anunciado a tu mamá: volver a calzarte tus patines para jugar otra vez hockey. Incluso, le repetías a tu hermana que cuidara tus botines, tras prestárselos para que ella pudiera participar en un partido de roller derby, porque muy pronto los ibas a utilizar, nuevamente,

Con el valor que demostraste en todo este derrotero nos enseñaste que no hay que rendirse a la primera. Y escucharte con la determinación en tus planes futuros fue una lección de vida. Sobre todo, a los que somos adultos y que de repente nos rendimos ante tonteras y trámites que desgastan nuestras energías.

Pero tú no dejaste que tu espíritu luchador se rindiera. Incluso, sorprendiste varias veces a los médicos y sus fríos pronósticos que anunciaban que este partido ya estaba finalizado. Tú les demostraste que el guerrero eras tú, y que aún no habías escuchado el pitazo final.

Sin embargo, Dios siempre tiene trazados sus planes. Y ahora te llevó a sus terrenos celestiales. Quiero pensar que Él necesitaba un Pequeño Guerrero para conformar un equipo de hockey entre los ángeles. Claro, ya contaba con Livramento, con José vaz Guedes, con Marcel Monney, con Mario Finalteri, con Emilio Marsano… pero faltabas tú.

Quiero pensar eso, porque son en estos momentos en que nos molestamos con los dictámenes del Señor. En que surge la rabia, en que preguntamos por qué. Sólo el tempo ayuda a encontrar respuestas.

Sólo te pido que no dejes de contener y cuidar a tus valientes padres, Carla y Christian, y a tus hermanos. Que cuando estés en presencia del DT celestial le sonrías tal como lo hiciste con quienes te fueron a visitar, tal como lo hiciste conmigo en aquel atardecer de viernes.

Los que quedamos a este lado no te olvidaremos. Porque la lección de amor y pasión por la vida que nos diste no se puede dejar en el olvido. Sacaste lo mejor de nosotros, fuiste un bello oasis en medio de las diatribas que nos afectan. Fuiste un Pequeño Guerrero.

Descansa ahora, mi niño…

Con cariño,

Jorge Rodríguez Cáceres

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