Hockey Táctico (6): La Identidad de Equipo

El clásico Audax Italiano vs. Thomas Bata en La Bombonbera de calle Tocornal. En aquel feudo, los audinos tenían un apoyo extra de su parcialidad.

En el inicio de esta serie de entregas referidas al aspecto táctico en el hockey sobre patines, señalamos que el Sistema de Juego es la ubicación de los jugadores en el campo de juego según el esquema que defina el DT; mientras que la Táctica, propiamente tal, es el Sistema de Juego puesto en práctica apenas comienza el partido adicionando las Estrategias, el conjunto de movimientos que se ejecutan para dar forma a la táctica.

A estos tres conceptos que constituyen la base de toda concepción táctica en los deportes colectivos, se debe agregar lo que el profesor Alberto Espasandín define como “dos aspectos esenciales de la gestión” en la cancha: la eficacia y la eficiencia,

Mientras la eficacia es “la elección correcta de lo que corresponde hacer, es decir aquello que mejor se adecua a las características de nuestro equipo en función de las de nuestros rivales y de la competición”, la eficiencia se define como el “llevar a cabo esa elección de la mejor manera posible”.

Unidos estos cinco conceptos se conforma el Sistema de Juego que echa a andar el Plan Táctico, que no debe obviar, por nada, las capacidades y bemoles de conjunto e individuales del equipo propio como los del contrincante que tocará enfrentar.

Pero el Plan Táctico es el punto de partida, porque de acuerdo a las eventualidades no consideradas que surgen en el desarrollo de un partido se debe apelar a soluciones en el instante para mantener el objetivo de superar al antagonista, Dichas soluciones son las que el autor Matveiev identifica como “decisiones tácticas operativas” que permiten los ajustes sobre la marcha de acuerdo a la información que los hockistas van recibiendo durante el desarrollo del juego, y la capacidad que tienen ellos junto a la cabina técnica de “leer bien el juego” para alcanzar las soluciones.

Todo esto, al decir del profesor Espasandín, le da una identidad a los deportes colectivos –por supuesto, incluido el hockey- en el sentido de que deben contar con un “amplio repertorio, ‘arsenal’ o ‘equipamiento’ táctico para competir con éxito. Por eso, cuanto mayor sea la cantidad de variantes tácticas que un equipo disponga, y cuanto mayor sea el dominio que posea de esas variantes, más capacitado estará para responder a las condiciones en que se desarrolla una competencia”.

Esquema que resume el cómo se llega al ideal de la Identidad de Equipo.

Identidad propia. Ahora bien, el autor agrega que “la táctica deportiva estará en relación no sólo con la filosofía del entrenador, sino también con las características de una institución o del deporte de un país, de la idiosincrasia de su población y de sus deportistas, así como de los principios éticos del deporte. Todos estos factores son importantísimos a los efectos de valorar la pertinencia o no de una idea táctica o plan táctico a llevar a cabo”.

Esto lo expusimos en la entrega anterior, al enumerar las Escuelas o Estilos de Juego que se pueden dar en una cancha y que, reiteramos, identifica a tal o cual equipo. Son lo que podríamos señalar como “ingredientes extras” que se complementan con los ingredientes técnicos y tácticos. Una suerte de ingredientes “sociales” como bien se expusieron en el párrafo anterior.

A nivel macro, en el caso del hockey chileno eso se ha manifestado desde los inicios de la actividad. No en vano, alguna vez se señalaba que en nuestra escena las tres principales ciudades donde se juega hockey eran un símil, en cierta manera, de lo que sucedía en Europa. Porque mientras los equipos santiaguinos eran calificados como los españoles, vale decir muy tácticos; los viñamarinos eran como los portugueses, o sea con una buena base de patinaje y habilidad individual; quedando Talcahuano –específicamente Huachipato- como fiel exponente de la marca, tal como los italianos.

¿Ejemplos más detallados de identidad propia en los equipos nacionales, considerando los “ingredientes extras”? En su momento, se sabía que Audax Italiano, amén del talento de sus jugadores, aplicaba alguna dosis de maña de barrio y reciedumbre. Sobre todo, cuando jugaba de local en su feudo de La Bombonera de calle Tocornal donde la parcialidad itálica se hacía sentir.

Thomas Bata –muy influenciado por el hockey portugués- apelaba a la rotación de movimientos de sus hockistas, gracias a su dominio del patín y técnica individual. La mejor expresión fue el cuarteto Hugo Valdivia-Alfonso Erazo-Carlos Soto-Luis Soto, sinónimo de hockey galano y efectivo.

León Prado podía vanagloriarse que todos sus deportistas contaban con una gran base de patinaje, gracias a la labor del profesor Camilo Parra. La habilidad con chueca se potenciaba, posteriormente, cuando los alumnos de la Escuela pasaban a alguno de los clubes que albergaba el colegio sanmiguelino.

Similar situación sucedió con Bernardo O’ Higgins, dirigido por Antonio Luna, cuya característica fue el pulcro juego de conjunto que exhibía, gracias a la técnica de sus integrantes. Tal como sucedía con Ciclón de Viña del Mar.

Manuel de Salas, en su estreno de 1982. El cuadro liceano intentó implantar en el medio chileno el tipo de juego que se jugaba en Europa, aquel que a la técnica agregaba “chueca fuerte”.

Manuel de Salas, el equipo base de la Selección Nacional en la primera mitad de la década de los 80, al talento individual de sus integrantes aplicaba “chueca fuerte”, que era lo que se estilaba en Europa en esos momentos.

La UTE –y posteriormente, Usach- tenía el sello indeleble de su técnico Oscar Ahumada con la mezcla de un correcto patinaje y aplicación táctica sin dejar ningún detalle al azar.

Lo Espina, cuando oficiaba de anfitrión en su gimnasio, sabía que jugaba a su favor la presión de sus parciales ubicados en las graderías que estaban, literalmente, pegadas a la baranda lo que podía amedrentar al forastero de turno.

Lo Espina, integrante de las competencias en la década de los 70, se hacía respetar en su cancha, ubicada en el sector de El Bosque.

Huachipato de Talcahuano tenía como aval manejar muy bien las estrategias de contragolpe, agregando el poder de fuego que contaba con el fuerte disparo de distancia que lucían sus jugadores.

Más actuales, el Patín Vilanova de José Querido y el León Prado de Rómulo Vargas se caracterizan por su ductilidad para cambiar de esquema, según el devenir del partido (las “decisiones tácticas operativas”). Mientras los granjeros pasan, por ejemplo, de Cuadrado a hombre en punta o apelan a un Cuadrado extendido para cubrir el máximo de cancha, los marianistas no se desordenan al pasar de un dibujo 1-3 a un 2-2 para defender la ventaja en el marcador.

El equipo femenino de Estudiantil San Miguel, en la temporada pasada, basaba todas sus salidas en bloque con el traslado de la pelota en vez de utilizar el pase largo, aprovechando la velocidad de Javiera Cáceres, Ayleen Garrido y Josefina Faure.

Finalmente, hasta algunos años no faltaban los elencos que sólo contaban con uno o dos habilidosos suplíendo sus carencias técnicas con una dosis de garra… aka reciedumbre.

Son todas éstas postales de lo que se explicó en esta crónica, la de la Identidad de Equipo.

Una de las tantas ocasiones en que los equipos de Santiago y Huachipato se toparon en los Torneo Nacionales. El choque de dos Escuelas, donde los capitalinos buscaban la fluidez en su desplazamientos ante la disciplina y salidas de los acereros.

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