Para complementar lo que se expuso en la entrega anterior, en la que se realizó una suerte de punteo sobre los factores que se aglutinan para constituir la llamada Identidad de Equipo, se esbozó en aquella crónica lo de “ingredientes extras” que se complementan al proceso que deriva en el establecimiento del Sistema de Juego y que, finalmente, constituyen la ya nombrada Identidad de Equipo. Son aspectos sociales que terminan por conformar el conjunto. Aspectos sociales que se pueden denominar como FACTORES SOCIODEPORTIVOS.
Lo social… En lo relativo a los factores sociales se incluye a la idiosincrasia (modo de ser en un determinado barrio, sector o nación), cultura (costumbres de dicho barrio, sector o nación), pertenencia social (el estamento social al que representa el equipo), legado (la herencia de victorias y títulos del club), referentes (los principales jugadores que han alineado en el equipo) y el derrotero (la historia de la institución).
Un sexto ítem que debiera agregarse en el estamento es el reglamento de juego. El marco en que se desarrolla un partido por supuesto que influye en lo que será el estilo de un equipo. Porque tomando sólo la reglamentación actual, un elenco que abusaba de la reciedumbre hace un par de décadas hoy muy pronto completaría la cuota de 10 faltas bancándose el primer tiro libre en los tramos iniciales del pleito. U otro que optaba por resguardarse durante todo el cotejo en su área para defenderse, con la norma de los 45 segundos de posesión necesariamente deberá adelantar líneas y mostrar interés en atacar, de lo contrario será sancionado.
… lo deportivo. Paralelamente, en lo que concierne a los factores deportivos se puede considerar la mentalidad de juego (en una de ésas, al grupo social que representa le gusta el juego lírico o el defensivo), identidad por oposición (la rivalidad con el equipo que protagoniza el clásico, lo que fortalece aún más la identidad con el equipo propio), la pertenencia (base de la identificación surgida por asentamiento en el barrio o herencia familiar), la cancha (el feudo cuyos recónditos espacios sólo son conocidos por los locales, y eso puede ser aprovechado como estrategia de juego extra) y el uniforme (tal vez, la pieza más importante porque es el reflejo máximo de la identificación).
El otro aspecto es el momento en que surge el hockista que rompe el esquema con su habilidad con el stick. El Superclase, el Mesías en patines de, sobre todo, aquellos elencos que no destacan necesariamente como conjunto y que dependen de forma absoluta de lo que realice su astro de turno. Una suerte de “él y tres más” en el rectángulo, la “referentedependencia” que se aprecia hasta hoy en clubes y selecciones nacionales.
Toda esa galería aporta a la conformación final de la IDENTIDAD DE EQUIPO, tanto para quienes están en la cancha como también para los que apoyan fuera de ella.
Ejemplos. En la entrega pasada se dio a conocer, a modo de ejemplificación, una lista con algunos equipos chilenos y el factor de identificación que los distinguía del resto. Tal como, a continuación, se realizará con Selecciones Nacionales.
Comenzando con los españoles –en Masculina y Femenina- cuyos representativos son maestros en utilizar, prácticamente durante todo el partido, el pressing para recuperar el control de la bocha denotando la importancia que le dan al estado físico, amén de la técnica.
Los argentinos se erigieron como potencia mundial gracias al talento innato de sus jugadores, a los que los técnicos Santos Álvarez y Miguel Gómez supieron sacar provecho entregándoles un orden de conjunto en el rectángulo.
Los italianos, fieles a su ADN deportivo, son aún hoy los máximos exponentes tácticos por la gran influencia de Gianni Massari, un estudioso férreo de los movimientos en cancha. Con el toque de improvisación, la salida de libreto, que otorgó, en su momento, Giusseppe Marzella.
Los portugueses, a su habilidad mundialmente reconocida, le adicionan de cuando en cuando una dosis de histrionismo para también descompaginar al rival y una disciplina estratégica para conseguir el objetivo como lo hicieron en la final de los WRG de Barcelona.
Las suizas no se arrugan en aplicar el Rombo defensivo en área propia para apostar al contragolpe. Y de ahí, salvo en situaciones muy excepcionales, no se mueven un ápice.
Los franceses practicaban un hockey lírico, bien atildado –una suerte de hockey champagne-. Hasta la llegada, a principios de los 90, de técnicos italianos que les aportaron en el aspecto de la marca que derivó en su crecimiento superlativo. El cuadro hoy se completa con su estilo que no sale del 2-2 para mantener el equilibrio en el bloque, dejando a los dos de arriba improvisar en el último cuarto de cancha.
Los holandeses siempre se caracterizaron por ser pragmáticamente tácticos, haciendo lo justo y necesario. Eso le permitió llegar a la final del Mundial 1991 en Portugal. Y se fortaleció al contar, en los años 60 y 70, con la potencia goleadora de Rob Olthoff –la muestra de lo que se enunció como el “superclase” que marca la diferencia-, en los años 60 y 70.
Sus vecinos belgas siempre ordenados en la cancha. Salvo cuando contaron, en la década de los 70, con Alain de Bleeker que quebraba ese esquema férreo con sus improvisaciones que lo llevaron a la competencia italiana.
Los alemanes, fieles a su idiosincrasia, son más fundamentalistas tácticamente. Naturaleza a la que los últimos años agregaron la ductilidad española, por la llegada de técnicos ibéricos hasta los lares germanos.
Estados Unidos, hasta principios de este siglo, se caracterizaba por un juego recio en la marca por sobre la técnica, planteamiento que se quebraba al contar también con algún habilidoso como Johnny Raglin, que se preocupaba más de jugar que del “trabajo sucio” que encarnaban sus compañeros. Hoy los norteamericanos se preocupan más de protagonizar un hockey más lírico, bien jugado, que de acrecentar los marcajes.
Brasil, hasta hoy, se caracteriza en un juego que, con una base táctica sin mucho detalle, luce las improvisaciones en campo rival –sobre todo, en velocidad- de habilidosos históricos como Azevedo, Alan Karam y Didí.
Inglaterra siempre priorizó un planteamiento conservador, demasiado flemático., esperando el momento del zarpazo. Sobre todo, si contaba con Stuart Doherty cuya habilidad, muy sudamericana, les bastaba para anotar en la valla rival en los años 80. Hoy los discípulos de SM, de la mano del técnico Luis Sénica, se caracterizan por un juego basado en las marcas.
Uruguay, en sus años de gloria en los 50 y 60, fue fiel a la idiosincrasia de la República oriental. Vale decir, apelación a la clásica garra charrúa para enfrentar al rival de turno.
Colombia ha ido encontrando una identidad, con la base de su juego de toque que se ha potenciado con el aporte del técnico portugués Andre Torres que adicionó técnica en velocidad.
Los equipos africanos –Angola, Mozambique y Sudáfrica- tienen hasta hoy una nítida influencia portuguesa, sobre todo en lo concerniente al vértigo que aplican en las transiciones más en la habilidad del manejo del stick.
Lo mismo sucede con Macao, ex colonia lusitana en Asia, que dista del orden disciplinado que intenta establecer Japón en cada uno de sus pleitos.
En Oceanía, Australia y Nueva Zelanda son permeables a la multicultura en sus territorios para intentar una mixtura entre marcajes europeos, salidas en velocidad e improvisación sudamericana.
Y el hockey chileno, con los antecedentes que entrega la historia, se puede definir que desde sus comienzos ha priorizado el orden táctico en el campo de juego, recibiendo siempre de muy buena gana la evolución de sistemas y estrategias que se da en el Planeta Hockey.
Todo, para aportar en la Identidad de Equipo que le llaman. Con eso, de paso, se confirma que hay variedad de estilos en cada cancha.