En la despedida de la Selección Chilena que jugaría el Mundial de San Juan, en abril de 1970, se enfrentaron en la cancha del León Prado los llamados equipos A y B. Sin embargo, el titular en la portería de la Roja, Rigoberto Campusano, no llegó a la cita.
Ante la súbita emergencia, le pidieron al guardavallas de Universidad Católica, Guillermo Pantoja -que había llegado hasta el campo a presenciar el mentado pleito como un espectador más- que se vistiera para poder completar la cuota de jugadores y así poder disputar el anunciado cotejo.
Cuento corto, el equipo que defendió Pantoja se impuso por 3-1. Con ese aval, el golero cruzado “solicitó después su vinculación en el seleccionado” en una de ésas si es que los designados Rigo Canpusano y Jaime Cabello no podían viajar. Total, en el pedir no hay engaño, dicen…