(Investigación y texto: Jorge Rodríguez Cáceres) La segunda década de disputa del más importante certamen hockístico del país apreció, salvo la edición de 1950, un marcado predominio del representativo de la Asociación Santiago que se reflejó en seis títulos consecutivos. Dicho dominio fue amagado, sobre todo, por Viña del Mar más alguna sorpresa como las que protagonizaron Valparaíso y Concepción.
Lo sucedido en la década de los 50 fue, también, la consolidación de la actividad a través de este certamen; por el otro, el empoderamiento de referentes como los hermanos Finalteri, Juan Rojas y Wilfredo Bendeck, recurrentes integrantes de los representativos de la capital.
La octava versión del Campeonato Nacional, disputada en Concepción en diciembre de 1950, tiene dos hitos destacados: fue el primero que se jugó con bocha; también, el certamen se dividió en dos bloques para propiciar la participación de Asociaciones cuyos equipos eran consideradas chicos y que muy poco podrían ofrecer ante los quintetos grandes –Santiago, Viña del Mar y Peñaflor-. De esta manera, se aseguró que Limache y Zona Austral –
conformado por hockistas de Osorno, La Unión y Puerto Montt- pudieran jugar, como mínimo, tres partidos y no ser eliminados tras el primer cotejo.
Se agregaron los representativos de Valparaíso, que había perdido poderío comparando lo realizado en los primeros nacionales en los años 40; y Concepción, que por ser la sede clasificó directamente al cuadrangular final. Cuarteto que completaron los capitalinos, viñamarinos y peñaflorinos para disputar la Copa Diario La Nación, trofeo donado por el mencionado matutino como “nuevo estímulo a las siempre entusiastas actividades de este joven deporte”.
El cuadro de la Ciudad Jardín lució mejor su dominio del nuevo escenario reglamentario, reafirmando el poderío que demostraba desde las temporadas precedentes. El plantel campeón lo integraron los porteros Jorge Cordero y Mario Garay más los jugadores Carlos Robles, Alfonso y Mario Finalterri, Miguel Tordecilla, Raúl y Julio Lara, Osvaldo Rodríguez, Otto Schertz y José Valencia. Todos bajo la dirección técnica de Enrique Lor y que en su carrera al bicampeonato venció a Limache (11-0), Peñaflor (3-1) y Concepción (6-0), igualando con Santiago.
Inicialmente, Osorno sería la sede de la novena versión del principal certamen hockístico chileno. Para la ocasión, el club local Olimpia estaba abocado a la construcción de un embaldosado de 19 x 38. Pero la premura del tiempo conspiró contra aquello. Ante la emergencia, el Ferronave de Puerto Montt avisó que contaba con un pequeño estadio, con capacidad para mil personas, donde se podía levantar una cancha. Sin embargo, la Federación trasladó el torneo desde el sur hasta la capital. Específicamente, al recién inaugurado feudo que Universidad Católica ofrecía en su Casa Central, ahí en la Alameda.
Hasta allí accedieron siete asociaciones, Pero podrían haber sido nueve, mas los representativos de Temuco y Los Ángeles no alcanzaron a armarse para la ocasión.
Con ese abanico de presentación, la Asociación Santiago -era que no- asomó como el gran favorito para quitarle la primacía a Viña del Mar.
Los capitalinos presentaban lo mejor de su campeonato, comenzando por Alfonso y Mario Finalteri, “verdaderos artífices” del rendimiento de su club, Audax Italiano, junto a Pedro Muga, “el mejor back de la Santiago”. También, a los cruzados Juan Rojas y Mario Meza; Oscar Ahumada, ya convertido en figura de Ferrobadminton junto a Carlos Navarrete; Wilfredo Bendeck y Eduardo Vergara, créditos de Palestino; y el portero de Colo Colo, Jorge Cordero. Y eso que en la lista final no habían quedado Benito Diez, referente de Thomas Bata; y el incombustible Raúl del Castillo, goleador en Unión Española. La ruta del triunfo capitalino se conformó con los triunfos sobre Limache (12-4), U. Católica (13-2), Valparaíso (6-3) y Viña del Mar (10-1).
A fin de cuentas, los de la S verde fueron un “espectáculo grato, por sus exhibiciones de conjunto e individualidades. Con potencia y, sobre todo, con eficacia”. Y un juicio que asomó como premonición: “Este conjunto metropolitano bien puede ser estimado como una Selección Nacional”, gracias a los fundamentos técnicos y tácticos que habían sembrado los entrenadores Rafael Casali y Elías Reyes, “europeos los dos, que conocen el mejor hockey del mundo”.
La décima versión del torneo, disputada en la cancha del club Everton en Viña del Mar en septiembre de 1952, fue definida como “brillante” debido a la “expresión alta de organización y de hidalguía deportiva”.
Esto se debió, principalmente, a lo mostrado por los equipos de Santiago y Universidad Católica, los que “dieron jerarquía técnica a un torneo en que todos los participantes evidenciaron notables progresos” amén de que en la conclusión general se anotó que el deporte de los patines y chuecas, en tan corto tiempo desde que se dejó en el archivo el disco, “mostró su interesante metamorfosis”.
Si bien el favoritismo se lo llevaban, a priori, los metropolitanos y los cruzados más el representativo de la Ciudad Jardín, sobre Valparaíso se anotó que se trataba de un “equipo batallador” mientras que de Zona Austral se avisó que sus jugadores eran “los más temibles artilleros”.
Podrían haber sido seis los participantes, sin embargo las intenciones de la Asociación Concepción de hacerse presente en el embaldosado viñamarino quedaron sólo en eso, debido a que no fue autorizado al no tener actividad de sus clubes durante el año.
Se hizo notar que en el nóvel deporte se reafirmaban la fluidez y buen juego gracias a los aportes que había establecido el DT Elías Reyes en el anterior Nacional disputado en la Casa Central de la Universidad Católica, y que apareció por Viña a cargo del representativo de la asociación estudiantil.
En las evaluaciones finales, se destacó como figuras excluyentes a Wilfredo Bendeck, Benito Diez, Juan Rojas y Alfonso Finalteri, de Santiago; Claudio Salinas y Freddy Sabaté, de Universidad Católica; Adolfo Schertz y Luis Oro, de Viña del Mar; y Jaime Tapia, de Valparaíso.
El derrotero del título para Santiago se construyó con los triunfos sobre Zona Austral (11-1), Valparaíso (6-0), U. Católica (2-1) y Viña del Mar (5-4).
Otro dato destacado es que éste fue el primer Nacional transmitido, de forma íntegra, por CB97 radio Prat con los relatos de Raimundo Loézar Moreno más los comentarios de Jorge Estrada, Héctor Rojas y Valdés Cañas. La difusión masiva de la actividad estaba en marcha.
A pesar de la ausencia de algunos de sus créditos, por problemas de salud como sucedió con el portero Juan Rojas, la Asociación Santiago impuso, otra vez, su poderío para llevarse el título disputado en el gimnasio de la Universidad Católica de Valparaíso, en octubre de 1953.
Fue una edición donde se notó “la calidad pareja de todos los participantes” porque “no hubo, como en ocasiones
anteriores, cuadros que perdieran por scorers abultados, sin luchar. Se notó el progreso evidente del hockey en patines y la difusión de las tácticas y estilos traídos hasta Chile por entrenadores extranjeros”.
Figuras en el cuadro metropolitano fueron el arquero Jorge Cordero, Wilfredo Bendeck –“el jugador más correcto del campeonato”-, los hermanos Finalteri y Mario Meza, el único integrante de Thomas Bata en el representativo porque la base del plantel, esta vez, fue Audax Italiano con cinco nominados. El resto vestían las camisetas de Colo Colo, Palestino y Ferrobadminton. Todos dirigidos por el benemérito Rafael Casali Capodimonti.
El que pudo amagar su opción era Viña del Mar, liderado por su delantero Osvaldo Rodríguez –“el jugador más brillante del torneo”- y secundado por el guardavallas Mario Garay, Adolfo Schertz y José Valencia. Terminó en el tercer puesto por un error de interpretación reglamentaria: en su debut ante Concepción, que ganó 9-5, realizó dos cambios cuando sólo se permitía uno más el reemplazo del arquero. Por esa equivocación se les restó los dos puntos, siendo beneficiado el quinteto de Universidad Católica que, en todo caso, no mostró “el mismo rendimiento de ocasiones anteriores”.
Santiago anotó su tercer título consecutivo tras vencer a U. Católica (4-2), Viña del Mar (9-5), Valparaíso (7-2) y Concepción (8-3).
Inicialmente, serían seis los asistentes a la XII versión de los Nacionales, fijados para disputarse en septiembre de 1955 en las canchas del club Guadalupe de México, en calle San Pablo altura del 5000; y en la de Thomas Bata, en Peñaflor. Sin embargo, una semana antes del chuecazo inicial la delegación de la Asociación Zona Austral anunció que no participaría debido a “razones atendibles”.
De esta manera, todo se circunscribió a tres representativos provincianos -Viña del Mar, Valparaíso y Concepción- más dos metropolitanos -Santiago y Universidad Católica-. Y como se venía registrando en los últimos certámenes, el quinteto santiaguino mantuvo el cetro dirigido a pesar de no poder contar con su máximo crédito, Alfonso Finalteri, lesionado.
El mejor partido, a juicio de la afición y del periodismo especializado, fue el disputado el viernes 8, entre Santiago y Viña del Mar. Los de la Ciudad Jardín llegaron a estar 3-0, pero una “vigorosa reacción” de los capitalinos provocó un verdadero milagro de un quinteto que mostró “la jerarquía que es dable presumir de un cuadro campeón”. Los dirigidos por Rafael Casali también se impusieron a Valparaíso (4-3), Concepción (10-4) y U. Católica (7-5).
Dos años después, en septiembre de 1957, la cancha del Guadalupe de México fue el escenario del gran batatazo que encarnó el Equipo B de la Asociación Santiago, al llevarse el trofeo. Se trató del llamado elenco de los “nenes metropolitanos”, integrado por los porteros Sergio Moreira y Eduardo Huerta, más Jorge Ibáñez, Luis
Bravo, Antonio Luna, Jaime Gutiérrez, Carlos Mourgues y Patricio Muñoz. De su campaña se escribió fue “sorprendente” con su “juego incisivo” y “altamente técnico desde todo punto de vista”.
En la definición se impuso al equipo A, que contaba con los ilustres Juan Rojas, Wilfredo Bendeck, Juan y Rubén Pinet, Ignacio Spadaro, Mario Meza y Camilo Parra. A pesar de la calidad de sus nombres, “defeccionó” criticándosele el hecho que no puso superar a todos sus rivales con la claridad que se esperaba.
Ese 2-1 que le endosaron los mozalbetes envió al cuadro de los experimentados al tercer lugar, permitiendo que Viña del Mar asomara como subcampeón con “una delantera incansable” guiada por la experiencia de Osvaldo Rodríguez, apoyado en jóvenes valores que también fueron incluidos entre los jugadores de mayor porvenir: Hugo Valdivia y Luis Soto. También se destacó a su portero Jaime Santos, considerado la “revelación” gracias a su “impecable estado atlético”.
La campaña de la Patrulla Juvenil santiaguina registró victorias sobre U. de Chile (4-3), Concepción (10-4), Viña del Mar (7-3), Valparaíso (6-2) y Santiago A (2-1) más un empate con U. Católica (1-1).
Nueve años transcurrieron para que el máximo certamen hockístico nacional retornara a Concepción, Con un equipo que llevaba casi un año de preparación -a cargo del ilustre Jorge Barreda, y con créditos como el portero
Sergio Jara más Iván Rodríguez y Enrique Obregón- el representativo penquista fue el anfitrión de la décimocuarta edición en el gimnasio del club Lord Cochrane en octubre de 1959.
Sin embargo, era que no, el gran favorito era Santiago que llegó hasta La Perla del Bío Bío con la base del llamado equipo joven que se había adueñado del trofeo en 1957 agregando la experiencia del eterno Wilfredo Bendeck.
De hecho, los organizadores homenajearon a Bendeck con una Medalla al Mérito “ya que no ha faltado a ningún campeonato nacional ni sudamericano”. El resto del plantel de la S verde lo integraron los arqueros Sergio Moreira y Juan Sánchez, más Roberto Vargas, Carlos Mourgues, Antonio Luna, Alfonso Erazo, Jorge Ibáñez, Jaime Gutiérrez y Patricio Muñoz. Su campaña para el título se escribió con victorias sobre U. Católica (5-3), Valparaíso (4-1), U. de Chile (8-0) y Concepción (9-1) más un empate con Viña del Mar (1-1).
Próxima entrega: viernes 3 de julio, Torneo Nacionales (1960-1969)