Entre el 17 y 24 de noviembre de 1956 se disputó en Santiago la segunda versión del Sudamericano de Naciones con la presencia de Chile, Argentina, Uruguay, Brasil y Venezuela.
El escenario fue la cancha del club Guadalupe de México, que estaba ubicada tras la Parroquia Nuestra Señora de Guadalupe, en calle San Pablo 5093, comuna de Quinta Normal. Ese rectángulo había sido construido por los sacerdotes de la Orden de los Clérigos Regulares de la Madre de Dios, liderados por Baldo Santi, quien años después fundó Caritas Chile.
El caso es que todo eso le dio una impronta sacra a la cita deportiva, sobre todo en la final cuando Chile se llevó el título tras vencer a Uruguay por 1-0 con anotación de Mario Finalteri. De hecho, la revista Estadio escribió sobre el particular que “la angustia era enorme en la última noche. Cuando faltaban pocos minutos, algunos corrieron hacia la iglesia que estaba al lado y se pusieron a rezar. Se ganó con el credo en la boca”. Y fue literal aquello, porque los charrúas opusieron tenaz resistencia manteniendo en ascuas el triunfo de la Roja hasta el pitazo final.
En una de ésas, aquella vez hubo ayuda divina… que siempre es bienvenida.