Amén de las campañas victoriosas que la Selección Chilena tuvo entre fines de los 70 y los 80, una persona que también aportó desde su escaño fue Juan Manzuy. El querido Juanito oficiaba de masajista, utilero, mecánico. En fin, las hacía todas. Por eso, los hockistas le tenían mucho afecto y respeto. Él devolvía esas muestras de amistad cumpliendo con su trabajo. Como lo que realizó durante el Mundial de Barcelos, en 1982.
Sucedió que por líos entre los dirigentes –como se ve, es un bemol eterno en el hockey chileno- el Comité Olímpico no aprobó el presupuesto para la adquisición de vestuario deportivo. Por ello, la Roja asistió a Portugal, literalmente, con lo puesto. Vale decir, cada seleccionado –además de sus correspondientes mudas- vistió durante toda esa incursión un buzo rojo más un solo juego de camisetas con sus shorts y medias para vestir en cancha. Las monedas no alcanzaron para tener, también, una indumentaria de alternativa.
Con esa coyuntura, tras cada partido del equipo –en ese Mundial, Chile disputó 16 cotejos en dos semanas para alcanzar el histórico cuarto lugar- Juanito Manzuy juntaba todos los uniformes para llevarlos a la lavandería del hotel donde se concentraba el plantel y lavarlos para que lucieran impecables al día siguiente.
Por eso, cuando el DT del equipo Juan Rojas declaró a la prensa que “el cuarto lugar sólo pertenece a mis jugadores” no faltó quien también debió haber pensado “… y de Juanito Manzuy, también”.