Continuamos con esta serie de entregas referidas a la ética en las actividades deportivas. En la primera de estas crónicas se abordó, de forma específica, a la Ética Deportiva con su respectivo código y sus objetivos. En esta ocasión, el tema se referirá al tema de la Competición y sus diversos ámbitos. Los conceptos, como siempre, a cargo de Luis Reyes Catalán, profesor FIRS.
-Profesor, ¿cómo se puede definir a la competición?
“Debemos considerar que los autores que comparten una valoración ética positiva de la competición deportiva ponen como condición esencial que dicho elemento competitivo esté sometido a una segunda (pero primera en importancia ética) condición estructural del hecho deportivo: la cooperación.
“Por supuesto que el deporte consiste básicamente en competir, en enfrentarse a otros deportistas por obtener una victoria, un triunfo, que sólo uno puede lograr. Ahora bien, para que dicha competición deportiva pueda realizarse se requiere previamente de un acuerdo común entre los contendientes. Para competir deportivamente, antes hemos tenido que ponernos de acuerdo en la aceptación de unas normas establecidas en reglamentos de juego u organización que hagan posible nuestro enfrentamiento. Sin esa asociación y cooperación previa es indudable que la competición no puede tener lugar.
“El deporte competitivo por tanto no debe considerarse como una forma desenfrenada de conflicto, sino que como una práctica institucionalizada regida por reglas de juego, para una rivalidad amistosa, justa y aplicable a todos los participantes, lo que exige una previa intención de cooperar para que se llegue a desarrollar. Llegados a este punto es necesario recordar que no todos los autores comparten esta visión ética de la competición deportiva. Existe también una crítica muy bien fundamentada desde una perspectiva ética al hecho deportivo. Dicha reprobación va dirigida precisamente a la esencia competitiva del deporte”.
-En este ámbito se incluyó también a la Pirámide Deportiva…
“A continuación la presentamos. La propia figura piramidal con la que se representa habitualmente la estructura deportiva competitiva evidencia la lógica jerárquica y excluyente de toda competición deportiva. En la pirámide deportiva los ojos se van invariablemente a la cima, en este caso del Hockey al equipo campeón, su tendencia natural es “la búsqueda del mejor”, llegar a lo más alto. Ese proceso de búsqueda de los más fuertes, de los mejores, cuando no del único, del campeón, conlleva habitualmente “ el abandono despectivo del prójimo menos capaz o menos afortunado”.
“La contínua expulsión de los menos capaces, de los perdedores, de los más débiles, de los menos hábiles, es moneda común en el deporte competitivo (y no sólo en los niveles de máximo rendimiento) ya que su potencial educativo e integrador queda eclipsado ese sueño convertido en espejismo casi siempre, de alcanzar la cima deportiva. Desde la propia escuela ya se percibe la “adoración que reciben los mejores deportistas y el escarnio al que son sometidos los niños torpes”. Y esta humillación temprana suele alejar a muchas personas del deporte, siendo ya muy tarde cuando se descubren los beneficios saludables de su práctica”.
-También se debe considerar a la justicia deportiva…
“Toda competición deportiva, por su propia naturaleza, conlleva otro peligro añadido, su tendencia a generar continuamente desigualdades. Por John Bordley Rawls, (Filósofo y autor de la teoría de LA JUSTICIA) sabemos que la justicia debe entenderse no tanto con un sentido de igualdad definitiva sino como una igualación continua. Y que esa tarea de compensación y redistribución no finaliza nunca, siempre, en todas las sociedades. Incluso en las más avanzadas existen seres humanos por debajo de ciertos umbrales de subsistencia que les dificulta su proceso de perfección moral y les puede llevar a comportamientos indignos. Esa permanente injusticia debe paliarse con una Justicia Social redistributiva que se preocupe por construir una sociedad en la que nadie resulte abandonado.
“Pues bien, al contrario que esa vocación compensatoria y de continua igualación de la justicia, el deporte no deja de producir continuamente ganadores y perdedores, en el que siempre “se parte de una igualdad para llegar a una desigualdad”.
“Otra tendencia derivada no menos perniciosa de esta lógica obsesiva del deporte espectáculo y de alto rendimiento por exaltar y enfocar sólo los éxitos y los triunfos, e infravalorar al resto de participantes, es generar enormes sentimientos de frustración al apagar cualquier foco sobre los perdedores y los que abandonan, se está proponiendo para todo practicante el éxito y la victoria como modelo de referencia no ya ideal sino casi habitual, obligatorio, incluso fácil de lograr. “¿Acaso en televisión no nos cansamos de ver sólo a grandes campeones deportivos? Ocultar la dura realidad de que los grandes éxitos deportivos se encuentran ciertamente al alcance de muy pocos, incrementa irremediablemente los niveles de frustración e infelicidad en el resto de practicantes.
-Ahora bien, también existe una crítica ética de la competición deportiva…
“Todo comienza con la llamada moral finalista del deporte competitivo, donde lo que de verdad importa es ganar, vencer, ser mejor que los demás, el fin justifica los medios. Ahora bien, si antes hemos señalado que el logro de la propia excelencia es el mayor valor ético de la competición deportiva, hemos de reconocer que dicho valor se confunde habitualmente con lograr la victoria deportiva.
“Una y otra son cosas distintas, podemos haber jugado excelentemente y sin embargo haber perdido el encuentro por ser los rivales muy superiores a nosotros. Perder no implica haber fracasado, como también podemos triunfar jugando rematadamente mal y sin esforzarnos lo más mínimo ante rivales muy inferiores en calidad. A veces incluso, para vencer en un partido, más que sacar nuestro mejor juego, puede resultar muy útil movilizar nuestros peores instintos, como engañar al árbitro, desquiciar mediante insultos a un rival de calidad, o incluso lesionarle a conciencia.
“Todo eso, aunque pueda resultar rentable deportivamente, en absoluto lo hace un valor ético, no es infrecuente que, en etapas formativas, la obsesión por las victorias llegue a truncar y desbaratar el proceso de aprendizaje deportivo”.