Ley de Reyes (61): La Ética Deportiva en la Competición (Tercera Parte)

Continuando con esta serie de crónicas que involucra aspecto más allá del juego mismo, en esta ocasión abordaremos cuatro eslabones que fortalecen el tema de la Ética Deportiva. A saber, la competición sometida a la cooperación, la pirámide deportiva, la justicia deportiva y la crítica ética de la competición deportiva. Las respuestas, a cargo de Luis reyes Catalán, profesor FIRS.

-Profesor, ¿qué es la competición sometida a la cooperación?

“A ver, los autores que comparten una valoración ética positiva de la competición deportiva ponen como condición esencial que dicho elemento competitivo esté sometido a una segunda (pero primera en importancia ética) condición estructural del hecho deportivo: la cooperación. 

“Por supuesto que el deporte consiste básicamente en competir, en enfrentarse a otros deportistas por obtener una victoria, un triunfo, que sólo uno puede lograr. Ahora bien para que dicha competición deportiva pueda realizarse se requiere previamente de un acuerdo común entre los contendientes, para competir deportivamente, antes, hemos tenido que ponernos  de  acuerdo en la aceptación de unas normas establecidas en reglamentos de juego u organización ect, que hagan posible nuestro enfrentamiento, sin esa asociación  y  cooperación  previa es indudable que la competición no puede tener lugar.

El  deporte  competitivo  por  tanto  no  debe  considerarse  como  una  forma desenfrenada de conflicto, sino como una práctica institucionalizada regida por reglas de juego, para una rivalidad amistosa, justa y aplicable a todos los participantes, lo que exige una previa intención de cooperar para que se llegue a desarrollar, Llegados a este punto es necesario recordar que no todos los autores comparten esta  visión ética de  la competición deportiva.  Existe  también  una  crítica  muy  bien fundamentada  desde  una  perspectiva  ética  al  hecho  deportivo.  Dicha reprobación  va dirigida precisamente  a la  esencia  competitiva del  deporte”.

-Hablemos de la pirámide deportiva. ¿De qué se trata?

“A continuación la presentamos. La propia figura piramidal con la que se representa habitualmente la estructura deportiva competitiva evidencia la lógica jerárquica y excluyente de toda competición deportiva.  En  la  pirámide  deportiva  los  ojos  se  van  invariablemente  a  la  cima, en este caso del Hockey al equipo  campeón, su tendencia natural es “la búsqueda del mejor”, llegar a lo más alto, y ese proceso  de búsqueda  de  los  más  fuertes,  de  los  mejores,  cuando  no  del  único,  del campeón, conlleva habitualmente “ el abandono despectivo del prójimo menos capaz o menos afortunado”.

“La contínua expulsión de los menos capaces, de los perdedores, de  los más débiles, de  los menos hábiles, es moneda común en el deporte competitivo (y no  sólo  en  los  niveles  de  máximo  rendimiento)  ya  que  su  potencial  educativo  e integrador queda eclipsado ese   sueño convertido en espejismo casi siempre, de alcanzar la cima deportiva, desde  la  propia  escuela  ya  se  percibe  la  “adoración  que  reciben  los  mejores  deportistas y el escarnio al que son sometidos los niños torpes”. Y esta humillación temprana suele alejar a muchas personas del deporte, siendo ya muy tarde cuando se descubren los beneficios saludables de su práctica”.

-¡Y la justicia deportiva?

“Toda competición deportiva, por su propia naturaleza, conlleva otro  peligro añadido, su tendencia a generar continuamente desigualdades.

“Por John Bordley Rawls, (Filósofo  y autor de la teoría de LA JUSTICIA.) sabemos que la justicia debe entenderse no tanto con un sentido de igualdad definitiva sino como una igualación  continua, y  que  esa  tarea  de compensación  y  redistribución  no  finaliza nunca, siempre, en todas las sociedades, incluso en las más avanzadas, existen seres humanos por debajo de ciertos umbrales de subsistencia que les dificulta su proceso de perfección  moral  y  les puede llevar  a  comportamientos  indignos, esa  permanente injusticia  debe  paliarse con una Justicia  social  redistributiva  que  se  preocupe  por construir una sociedad en la que nadie resulte abandonado, pues bien, al contrario que esa vocación compensatoria y de contínua igualación de la justicia, el deporte no deja de producir continuamente ganadores y perdedores, en él que siempre “se parte de una igualdad para llegar a una desigualdad”.  

“Otra tendencia derivada no menos perniciosa de esta lógica obsesiva del deporte espectáculo  y de alto rendimiento por exaltar y enfocar sólo los éxitos y los triunfos, e infravalorar al  resto  de  participantes,  es generar  enormes sentimientos  de frustración, al  apagar cualquier foco sobre los perdedores y los que abandonan, se está proponiendo para todo practicante  el  éxito  y  la  victoria  como  modelo  de  referencia  no  ya  ideal  sino  casi habitual, obligatorio, incluso fácil de lograr, ¿acaso en televisión no nos cansamos de ver   sólo   a grandes campeones deportivos?  Ocultar la dura realidad de que los grandes éxitos deportivos se encuentran ciertamente al  alcance  de  muy  pocos,  incrementa irremediablemente los niveles de frustración e infelicidad en el resto de practicantes”.

-¿Y la crítica ética de la competición deportiva?

“La moral finalista del deporte competitivo: lo que de verdad importa es ganar, vencer, ser mejor que los demás, el fin justifica los medios si antes hemos señalado que el logro de la propia excelencia es el mayor valor ético  de  la  competición  deportiva,  hemos  de  reconocer  que  dicho  valor  se  confunde habitualmente con lograr la victoria deportiva, una y otra son cosas distintas,  podemos haber  jugado  excelentemente  y  sin  embargo  haber  perdido  el  encuentro  por  ser  los rivales muy superiores a nosotros,  perder no implica haber fracasado,  como también podemos triunfar jugando rematadamente mal  y sin esforzarnos lo más mínimo ante rivales muy inferiores en calidad, a veces incluso, para vencer en un partido, más que sacar nuestro mejor juego, puede resultar muy útil movilizar nuestros  peores instintos, como engañar al árbitro, desquiciar mediante insultos a un rival de calidad, o incluso lesionarle  a  conciencia,  y  eso,  aunque  pueda  resultar  rentable  deportivamente,  en absoluto lo hace un valor ético,  no es infrecuente que, en etapas formativas, la obsesión por las victorias llegue a truncar y desbaratar el proceso de aprendizaje deportivo”. 

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