“Aquí estamos celebrando el Día del Padre. ¿No ves que éramos los papás de todos?” le dijo Sandro Pifferi a Osvaldo Cordero, a través de una video llamada, desatando la carcajada de todos los comensales en la casa de Jorge Andreu, el anfitrión de esa especial junta realizada el viernes recién pasado. Junta a la cual fue invitado este redactor de Patines y Chuecas para escuchar de primera fuente las vivencias de ese legendario plantel del León Prado.
¿Qué quiénes son Pifferi, Cordero, Andreu y los demás? Por si no los ubica, son los integrantes del equipo leonpradino que dominó la escena nacional con sus títulos en 1974, 1975 y 1979, además de los que anotó en Segunda División en 1976 y en la Liga de Honor al año siguiente con la camiseta de Unión Española. ¿Algo más? Campeones nacionales, como San Miguel, en 1979 y campeones “morales” del Internacional de Santos, la temporada anterior, ante el Porto portugués con Cristiano Pereira a la cabeza.
“Oiga don Sandro, si esa final la empataron 1-1 con los portugueses, ¿por qué le dieron la copa al Porto? ¿No hubo alargue, siquiera?” preguntó el autor de esta crónica a Sandro Pifferi, mientras éste revolvía los trozos de pollo, mariscos y costillar que constituía el menú de ese convite.
“¿Me vas a creer que hasta el día de hoy todavía no entendemos qué pasó ahí?” respondió quien es considerado el mejor hockista en la historia del instituto sanmiguelino y considerado, en su momento, uno de los tres mejores del mundo junto al portugués Livramento y el español Nogué.
Pero vamos por parte. A este encuentro en la casa de Jorge Andreu, arquero de ese equipo, llegaron el ya mencionado Pifferi más Antonio Guilá, el otro portero de ese elenco; Eduardo Riveros, defensa del quinteto; Pedro Perico Eraña, goleador del equipo; y Jorge Widoycovich, último zaguero del equipo campeón del 79 y organizador de este encuentro. Sólo faltó Gabriel Santos, el eterno delegado del grupo.
“Todo partió porque fui compañero de la Sole, la hermana de Perico en la Escuela de Química y Farmacia. Y me presenté con ella diciéndole que el traidor de su hermano se había ido a la Unión Española (risas). La Sole me odió hasta que entendió que todo era una broma. Bueno, así son los vascos. Pero gracias a que se fueron a Unión “nacimos” los que veníamos, con el Negro Vargas, el Rodi Huerta y todo ese elenco que asumimos la responsabilidad a partir del 76” comentó el Tochi Widoycovich.
Retrotraigamos la acción, y no dejemos pasar el tema de Unión Española. Para resumir la situación, tras el título de 1975 el equipo completo encabezado por el técnico Francisco Sabotier emigró al cuadro de colonia, motivando el enojo de los marianistas, la Congregación a cargo del instituto leonpradino.
“Es que no teníamos muchas alternativas” comentó al respecto Eduardo Riveros. “Los curas pusieron reglas que no nos acomodaban, como proponer que el equipo no lo podían integrar ex alumnos. Si aplicaban eso, el único que cumplía el requisito era René (Muñoz)” aporta Pedro Eraña.
“Pero al René lo echaron del colegio con Mauricio Sabotier” recuerda Sandro Pifferi.
“¿Fue porque ambos sacaron la micro amarilla del colegio, y sin tener licencia de conducir?” aporta este periodista, motivando la sonrisa de los comensales. “Es que esos dos eran unos pelusones” comentó alguien al pasar.
“Después del 79 el colegio cambió de rector y no quiso tener equipo adulto, a pesar de que fuimos campeones. Así que el Gringo volvió a la Universidad Católica, Osvaldo Rodríguez con René Muñoz y Rodolfo Huerta se fueron al Pepsi-Ciclón y yo me fui a la U” recordó Widoycovich.
“Pero en el 83 hubo equipos adultos, otra vez. Y en el 85 estabas tú con Andreu y Pifferi junto a unos jóvenes Fernando Izurieta, Sandro Botto y Francisco Frías en el León Prado Azul”, le apunta el periodista.
“Tal cual, fue buena esa campaña” contestó el defensa.
Rivalidades. Sobre lo de “papá de todos” que se esbozó al inicio de estas líneas, no es antojadizo. Porque ese conjunto leonpradino le quitó el epicentro del hockey a los linajudos Audax Italiano y Thomas Bata, además de superar al resto como Red Star, UTE y Aviación.
“¿Es verdad que cada vez que jugaban con Audax en la cancha del colegio llegaba personal de Carabineros, ante cualquier eventualidad?” preguntó este periodista, surgiendo en todos una mueca sonriente.
“Pero si nunca pasó nada fuera de lo normal” respondió Sandro Pifferi, surgiendo carcajadas otra vez.
“La verdad, eran bravos esos partidos” apuntó Antonio Guilá. “Los hermanos (Rodolfo y Dagoberto) Silva eran muy simpáticos, muy afables fuera de la cancha. Pero dentro, ufff” acotó Eduardo Riveros.
“Los Finalteri la sabían hacer” agregó Jorge Andreu. “¿Se acuerdan de la cancha del Audax, que era chica? Una vez yo rechacé la pelota y se fue al otro lado de la cancha. Y Alfonso Finalteri por el lado mío y me hizo el amago de tocarme el casco con la chueca, sin que el árbitro lo viera. Amago o no, igual me dolió un poco. Pero así de mañosos eran esos partidos” complementó Jorge Andreu.
Videollamadas. Entre medio del almuerzo, la tecnología sirvió para agregar a dos invitados más. Primero, a César de la Arena, el hermano marianista que también era técnico de hockey que sentó las bases, a inicios de la década de los 70, de lo que posteriormente fue la Escuela de Hockey del IMLP.
A pesar de la distancia y de bordear los 80 años de edad, el Chico César, hoy radicado en su España natal, demostró que tiene una memoria privilegiada al reconocer a cada uno de los comensales a pesar de las canas y los rostros ya no tan juveniles como él los conoció.
“Oye Chico, en septiembre me aparezco por tu casa. Y ahí hacemos los contactos para que te entreviste Patines y Chuecas” le avisó el Tochi.
Después, el contacto con Nueva York con Osvaldo Cordero. “Mira, el personaje que tienes a tu lado y que dice ser mi amigo me mandó un pelotazo aquí en el pómulo derecho en un Nacional que jugamos en La Tortuga del Talcahuano. ¡Quince puntos me costó la gracia!” comentó, en tono gracioso, quien era el medio de ese equipo a este redactor.
“Lo que pasó es que yo estaba jugando por San Miguel y Osvaldo por la Selección. Entonces, vino una pelota y yo la iba a rechazar. Pero dio un bote raro y justo venía él a marcarme y salió el pelotazo directo a su cara” recordó Tochi Widoycovich.
“Don Eduardo…”
“No me digas Don Eduardo, si ya estamos en confianza”
“Bueno, Eduardo… ese León Prado y Unión Española prácticamente jugaba con doble armador porque usted y Osvaldo Cordero enlazaban y habilitaban a don Sandro y Pedro Eraña…”
“En cierta forma, sí, Si bien yo era más defensa que Osvaldo, también cruzaba la cancha e hilvanaba. La diferencia pasaba porque Osvaldo era más profundo, pero de que era un tremendo jugador, lo era. Y su hermano Eduardo, un portento”.
“Al contrario del Pobre Pochi” agregó el periodista, “a quien en el 79 prácticamente le prohibieron pasar la mitad”. (Risas)
“Es que con el Gringo más Osvaldo (Rodríguez) y René (Muñoz) arriba, que la dejaban chiquitita entre ellos tres, yo tenía que quedarme cuidándoles la espalda. Una vez me atreví a pasar y anoté un golazo. El Gringo me miró y me dijo ‘estuvo güeno, Tochi. Pero no vuelvas a pasar la mitad de cancha”. Aprendí a hacer mi pega, todo detrás de la raya. El Piffi me enseñó mucho, tanto que mejoré mi tiro de lejos y pude hacer seis goles de lejos. Uno de esos en Laja y ganamos 2.-1 al dueño de casa. El Gringo sabe, el Gringo enseña y se agradece hasta hoy”, respondió Widoycovich.
Afectos. También hubo espacio para la relación que hubo más allá de la cancha. Comenzando por el recuerdo de doña María y don Luigi, los padres de Sandro Pifferi. “Ella era de una ternura increíble, querida por todos. Trataba de solucionar todo. Una vez mi hermano Miguel se quedó sin patines, y a mí mamá le ofreció los de Sandro. El problema era que mi hermano calzaba 38 y los de Sandro eran 42. Entonces, la señora María dijo ‘pero que se coloque dos medias más’. Ella era genial y muy parecida a mi abuela, amada y respetada por todos los jugadores, no sólo de los del León Prado” recuerda Widoycovich.
También, el recuerdo para otro de los referentes de esos años, Ángel Padruno. “¿Se acuerdan de sus ruedas cuadradas?” apuntó, entre risas, Antonio Guilá. “Con Ángel no había mucha sorpresa porque el taca taca taca de sus ruedas delataba al equipo” complementa el Tochi.
“Por lo menos los patines que nos armaba el Gringo garantizaba ruedas de goma” agregó Pedro Eraña. Es que el taller de los Pifferi en la Segunda Avenida era el punto de encuentro de aquel grupo, los consagrados y las generaciones que venían después. “El modelo de ese patín, el Star, lo trajo mi papá desde Italia. Y esas planchas las uníamos a los zapatos en el taller que un amigo tenía en calle Pedro Alarcón”, agregó Sandro.
“Era un lugar de encuentro de la historia” sintetizó Jorge Widoycovich. Historia que revivió con este encuentro entre integrantes del Olimpo sobre patines del León Prado.
¡Ah! Estuvo sabrosísima la discada de pollo, mariscos y cerdo preparada por Jorge Andreu, asistido por su esposa Myrza y su nieta Josefina. Recomendable, sobre todo cuando usted organice una reunión de amigos. Como la de estos hockistas leonpradinos.
Muchas gracias por este reportaje, estos viejitos que disfrutamos haciendo recuerdo con amigos de niños.
Un gran abrazo
Antonio
El honor fue nuestro, Antonio, de poder compartir con todos ustedes.