Un Sudamericano y Un Mundial

El parqué del hoy Estadio Víctor Jara recibió al Sudamericano de Hockey en 1977.

El directorio de Eugenio Silva, tras aquella primera incursión en San Juan, estaba convencido que sólo un proceso bien planificado concretaría positivos resultados en 1980. Para ello, fue imperativo, como episodio inmediato, la realización del Sudamericano de Naciones en el Estadio Chile –hoy Estadio Víctor Jara-.

Ahora dirigida por Jorge Aliaga, la Roja tuvo seis meses de preparación de cara al Torneo continental. El derrotero incluyó partidos como visitante ante la Selección de San Juan (5-10 y 5-5), el quinto lugar en el Nacional adulto, una incursión a Buenos Aires -donde se impuso a Huracán y Regatas de Brasil más un empate con Estudiantil de San Juan- y un cuadrangular local –para imponerse a los combinados de Viña del Mar y Huachipato más la UTE-.

Paralelamente, la dirigencia esperaba una asistencia completa del continente, al decir de Eugenio Silva, quien comentaba que “están seguros Brasil, Uruguay y Argentina, aparte que se espera la confirmación de Colombia y Venezuela. Podría agregarse Ecuador como país invitado”. Sin embargo, sólo días antes se confirmó que sólo los trasandinos y brasileños llegarían hasta Santiago.

Con ese marco, Chile debutó ante Brasil con un quinteto titular integrado por Cabello; Salvatierra; Tapia; Pifferi y Muñoz. Lamentablemente para el equipo local, la rapidez del rival aplicada en sus contragolpes se reflejó en la distancia que marcaron en el marcador. Sólo con el ingreso de Brossard el cuadro local logró equilibrar esos ímpetus.

El contraste se anotó al día siguiente, con el empate ante los, en ese entonces, subcampeones mundiales y en donde Chile siempre estuvo arriba en el marcador. Figuras en el quinteto anfitrión fueron Jaime Cabello y Eduardo Riveros, quienes afirmaron la testera chilena en una “actuación maciza”.

En los siguientes duelos se mantuvo la disposición de ataque del cuadro chileno, “un afán ofensivo, pero desordenado”. Lamentablemente, penó la derrota inicial relegando a Chile al tercer puesto.

En la evaluación final se escribió que “el Sudamericano no dejó sabor amargo para los chilenos. Y es que aunque el equipo chileno de hockey no logró la supremacía de los años 1954 y 1956, sí evidenció un notable progreso respecto a la situación en que se encontraba este deporte en los últimos años. Similar situación se dio respecto del patinaje artístico y las carreras, disciplinas ambas que tienen escaso tiempo de vida en el país. El salto cualitativo que este evento significa se verá en el avance de quienes actualmente practican estas actividades así como en sus nuevos cultores”.

Eduardo Tapia celebra su gol en la victoria parcial sobre Portugal, ante el publico que llenaba el Parque de Mayo que no daba crédito a lo que presenciaba. (Foto gentileza: Eduardo Tapia)

Por lo menos, ya se esbozaba una mejora de juego. Por eso, el mejor calibre sería la intervención en el Mundial de San Juan. Cita a la cual el seleccionado, nuevamente, presentó cambios en su cabina técnica. Debido a problemas de salud, Jorge Aliaga tuvo que dejar el cargo asumiendo Juan Rojas, ex arquero de la Selección en sus primeras intervenciones internacionales –mundialista en 1954 y 1955, además de bicampeón sudamericano-.

El objetivo en esta nueva incursión mundialista –la séptima, tras 1954, 1955, 1962, 1966, 1970 y 1972- era quedar ubicado entre los dos mejores países sudamericanos para clasificar a los Juegos Panamericanos que se realizarían al año siguiente en San Juan de Puerto Rico. Pero también el técnico Rojas agregaba presión al señalar que “queremos superar el octavo puesto en el último Mundial de España en 1972”, avisando de paso que “este equipito, como le llama la prensa argentina a nuestra Selección, les dará sobresaltos a los más pintados”. La apuesta final fue del presidente de la Federación, Eugenio Silva, quien no dudó al profetizar que “estaremos entre los seis primeros”.

El optimismo aumentó tras el amistoso de despedida, en la cancha del León Prado. El 3-1 sobre Alemania le permitió al cuerpo técnico ajustar los últimos detalles. Sin olvidar, eso sí, que sólo fue un pleito preparatorio porque en San Juan los alemanes irían con todo.

Sin embargo, lo exhibido ante los germanos se extendió en los tres primeros partidos en el certamen. La prensa acreditada designa a la Roja como el “equipo sorpresa del torneo”. Juan Rojas comentaba también que la afición sanjuanina ya había ungido al representativo chileno como uno de sus favoritos. “En todo momentos en las calles y en los partidos se nos aplaude y alienta. Estamos muy agradecidos con las atenciones del pueblo argentino”, decía el ex portero de la UC y Thomas Bata.

Y reafirmando que Chile “mira con respeto a todos sus rivales” llegó el partido con Portugal. La máxima potencia con el mejor de todos, Antonio Livramento, manteniendo inalterable su calidad. Quienes asistieron al Parque de Mayo quedaron, literalmente, con la boca abierta cuando, iniciado el segundo tiempo los de la camiseta roja superaban a los lusitanos por… 4-0. Los europeos reaccionaron, los chilenos se desajustaron y se emparejó la cuenta a 4-4. Minuto final y hubo penal para los sudamericanos, pero Eduardo Riveros lo desperdició. Lo peor sucedió restando sólo segundos: los portugueses marcaron el gol que les dio el triunfo 5-4. Los nacionales quedaron desechos, pero se habían ganado el respeto. Es más, Livramento se hizo presente en el camarín chileno y felicitó a cada uno de los rivales.

Ese traspié “dejó huellas físicas y anímicas. Chile lamentó su segundo contraste” al caer con Estados Unidos. A pesar de esa coyuntura, el representativo nacional era ubicado en un bloque denominado “intermedio” –una suerte de escolta de los favoritos Argentina, España y Portugal- junto a Italia, Alemania, Brasil y los norteamericanos. En los de “menor calidad” se cobijó a Japón, Mozambique, Australia y Bélgica.

El pleito con los trasandinos avizoraba “una nueva recuperación” pero la derrota 3-1 “fue una culminación de infortunios. La pelota bailó varias veces en la línea del arco argentino y se estrelló frecuentemente en los palos. El buen juego no sirvió” con los vecinos cordilleranos.

La caída ante Italia “puso después la lápida” mientras que las victorias sobre Bélgica y Mozambique “sólo sirvieron para encaramarse” en la tabla de posiciones. Un sexto lugar que “parece discreto, luego del comienzo avasallador, pero que no es malo si se revisa la historia: está a la par con lo mejor que ha logrado Chile en sus participaciones mundialistas”, se escribió sobre la positiva campaña.

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