Año de formación del equipo: 1980
Apodo: Ciclonenses
Palmarés: Campeón Metropolitano 1980
Temporadas en competencias federadas: una, en 1980.
Referentes históricos: Eduardo Tapia, Osvaldo Rodríguez, René Muñoz, Luis Coloma y Miguel Rojas.
El auspicio. Hoy en el hockey-patín del Primer Mundo –léase, Europa- es común que los clubes de las máximas categorías lleven como prefijos o sufijos de sus nombres el ídem de un auspiciador. Sobre todo, en España con, por ejemplo, el FC Barcelona Lassa, CP Voltregá Stern Motor o Corredor Mató CH Palafrugell.
Sin embargo, cuatro décadas antes, el hockey chileno protagonizó esta simbiosis de marca comercial-club deportivo a través de una de las tradicionales instituciones de la actividad, Ciclón de Viña del Mar. Se trató de una gran novedad el hecho que un equipo de hockey sobre patines, un deporte no masivo en nuestro país, contara con auspicio en su unción oficial.
Hasta ese momento, el tema sólo se había circunscrito al logo de la empresa estampado en la camiseta. Coyuntura que se hizo patente en la segunda mitad de la década de los 70 con Martini en la enseña de Audax Italiano, Calzados Gino en Unión Española más Soprole y Winter en Academia. Pero de ahí que se adosara ese nombre al de la institución era otro terreno no explorado.
Por eso, lo sucedido con Ciclón… mejor dicho, Pepsi-Ciclón –además de haberse impuesto en la cancha- constituyó un nicho especial en nuestra historia deportiva porque esa fusión se reflejó hasta en detalles fuera del rectángulo que terminaron por establecer la diferencia.
El contexto. El inicio de esta historia se ubica a fines de la temporada 1979, cuando el representativo ciclonense había salvado su escaño en la competencia de Honor, al imponerse en la definición a León Prado B evitando el descenso a Segunda División.
Habían transcurrido justo dos décadas desde el debut del conjunto viñamarino en la competencia metropolitana, siendo un animador constante a la par de los “grandes” como Audax Italiano y Thomas Bata. Incluso, había sido el cuadro de la Ciudad Jardín el que le había arrebatado el invicto que Audax exhibía desde 1954 cuando lo venció el 14 de octubre de 1962 por 6-5 en el hoy desaparecido Coliseo que estaba ubicado en 14 Norte.
Por eso, el haber estado al borde de la cornisa en 1979 no se condecía con la historia del club. De ahí que resultó muy atractivo el acuerdo que, a fines de aquella temporada, alcanzó con la firma Pepsi.
Acuerdo muy ventajoso ya que no sólo se trataba de lucir la marca en la parte delantera de la camiseta, sino que la posibilidad de armar un plantel de peso para pelear el campeonato.
De esta manera, se comenzó a conformar un equipo que, por tonelaje específico, contó con nombres que, tal como se anticipaba, marcó diferencias en el campo de juego. Por de pronto, se mantuvieron los créditos locales Miguel Rojas –mundialista en 1978-, Jaime Zúñiga y el arquero Juan Martin. A ellos se agregaron desde León Prado, campeón vigente pero que había disuelto su Primer Equipo, René Muñoz –también mundialista en 1978 y campeón sudamericano al año siguiente-, Osvaldo Rodríguez –campeón sudamericano y que volvía a su redil natal- y el portero Rodolfo Huerta –preseleccionado para el Mundial de 1978- que llegaba a reemplazar al también mundialista Carlos Suez, quien había emigrado a Norteamérica.
Desde la UTE arribó Luis Coloma, también integrante del seleccionado campeón continental en Santos. Y desde Universidad Católica hicieron lo propio Rodrigo Bendeck, que se había lucido como goleador lo que le había significado convocatorias a la Selección Nacional; y Eduardo Tapia, que apareció a Viña -además de haber jugado el Mundial de 1978 y el Sudamericano de 1979- con el haber integrado el equipo Resto del Mundo que en diciembre último había enfrentado a Argentina en San Juan, designación que refrendó su rótulo de ser, en ese entonces, el mejor medio del orbe.
A todos ellos se agregó Juan Manzuy, paramédico y mecánico del hockey nacional que aportó, además de su oficio, con su calidad humana para unir más al grupo.
Literalmente, un Equipo de Estrellas, una Selección Chilena que vestía la camiseta roja de Ciclón. Todos dirigidos por un nombre muy identificado con esa tienda, Hugo Valdivia.
Lo colateral. El enrolamiento de todos esos nombres –los que, como ya se enunció, por CV avalaba el marcar diferencias con el resto- era sólo la portada de lo que significaba la llegada de la bebida Pepsi al hockey viñamarino.
Por de pronto, el plantel tenía algunas regalías como el hecho de que cada hockista recibía, regularmente, una caja con gaseosas para el disfrute personal y el de sus familias. Además, los seis refuerzos, como residían en Santiago, eran trasladados en una van dos veces por semana hasta Viña del Mar para cumplir con los entrenamientos. Con el aderezo que tanto de ida como de vuelta había una detención en el restaurante Los Hornitos de Curacaví para una merienda, en la partida, y una cena, al regreso donde el mencionado transporte dejaba a cada deportista en su domicilio.
También, había presupuesto para que el plantel luciera indumentaria de primer nivel y contar con toda la implementación necesaria, como chuecas y ruedas.
Y cada vez que Pepsi-Ciclón jugaba en Santiago, a la cancha donde el representativo se presentaba llegaba un camión de la Embotelladora para levantar un stand donde promotoras, vestidas con la marca de la bebida, entregaban gaseosas y souvenirs -como jockeys y banderines- a los asistentes además de colocarse lienzos en las barandas del rectángulo para resaltar aún más la presencia del bebestible y su representativo. No en vano, la prensa especializada redactó que con todo eso el elenco ciclonense era “el nuevo rico del hockey en patines”.
Todo ese ambiente adornó la competencia de 1980, año especial para el hockey chileno ya que en noviembre se disputaría el XXV Mundial en La Tortuga de Talcahuano y el patinódromo del Parque O’ Higgins.
El derrotero. Pero en lo inmediato, Pepsi-Ciclón debía medirse con Universidad de Chile, que había retornado a la Liga de Honor gracias al proceso encabezado por el DT Roberto Vargas y cuyos líderes en cancha eran Carlos Albornoz y José Salas, apoyados en la defensa por Jorge Widoycovich más un joven portero llamado José Antonio Espinoza.
También, Thomas Bata que, como siempre sucedía, era el gran candidato gracias a los kilates de su equipo liderado por Jaime Cabello y Arturo Salvatierra; Stadio Italiano, un rival siempre de cuidado, con una formación estable conformada por Sandro Zolezzi; Humberto Mazzarelli, Cristian Araya; Mauricio Dinningham y Rodrigo Muñoz más el aporte que entregaba la experiencia de Wilfredo Wilo Parra; Audax Italiano mantenía al incombustible Alfonso Finalteri secundado por Marcelino Robles y el portero Ramón Méndez; Universidad Técnica contaba con Osvaldo Cordero y un adolescente Oscar Ahumada, hijo del mundialista y técnico; y Universidad Católica se apoyaba en lo que podrían hacer los jóvenes ímpetus de Mauricio Sabotier y Eduardo Cleveland.
A pesar de toda esa galería de astros, se le endosó a Pepsi-Ciclón la categoría de favorito para llevarse el título. Por eso, el DT Hugo Valdivia, sabiendo con las alternativas con que contaba, estableció un quinteto inicial con Huerta;
Rojas, Tapia; Rodríguez y Muñoz. Durante el transcurso de cada cotejo iban ingresando Coloma en la zona posterior, más Zúñiga y Bendeck en la ofensiva lo que significaba un cambio de mano para el contrincante. Porque los constantes movimientos de Rodríguez y Muñoz eran reemplazados por el trajín de Zúñiga y las conversiones, como punta de lanza, de Bendeck; o Coloma con Tapia en la retaguardia significaba contar con un doble armador, ya que cada uno de ellos salía con pelota dominada para comenzar a distribuir juego.
Además, el entrenador aplicó en ese elenco la estrategia de cuidar la posesión con rotación, movimientos rápidos y disparo al arco rival sólo cuando la ocasión estaba propicia. En resumidas cuentas, no rifar la bocha. También, defensa en zona compacta para posibilitar la salida en contragolpe como bloque. Finalmente, amén de esos esquemas, libertad a cada hockista para definir en el último cuarto cancha para sorprender al rival.
Enconados rivales en aquella temporada fueron Universidad de Chile y Thomas Bata. Pero todo comenzó a definirse cuando los viñamarinos dejaron fuera de carrera a los Azules tras vencerlos por 7-2, resultado que dejó a Pepsi-Ciclón con 20 puntos. Los mismos que lucían los batinos, que venían de vencer a Universidad Católica por 4-2 y a Audax Italiano por 7-1.
Por eso, la obvia expectación inundó Peñaflor el sábado 2 de agosto. Los locales estaban con un partido más, por lo que les urgía una victoria para, por lo menos, asegurar un potencial partido de definición. Pero los de la camiseta roja se salieron con la suya llevándose a la costa un valioso empate 2-2 que dio para celebración. Porque en la última fecha, a la semana siguiente, todo se abrochó con una goleada 23-3 sobre Red Star en la cancha de Forestal.
Pepsi-Ciclón había cumplido la meta trazada. Por primera vez, desde que se había establecido el sistema de Torneo Metropolitano en 1968, un equipo que no era de la capital se llevaba el máximo trofeo. Y de paso, el Equipo de las Estrellas igualó lo que había realizado tres décadas antes otro cuadro viñamarino, el tradicional Everton, cuando se adjudicó el campeonato de la Asociación Santiago en 1949, con disco, y 1950, en el estreno del juego con bocha. Se había hecho historia, otra vez.
El fin. Uno de los más entusiastas con Pepsi-Ciclón era el gerente de Eventos Especiales de la Compañía de Cervecerías Unidas, Pedro Concha. Personero que había sido promotor del ciclismo y del atletismo, avales suficientes para extender los éxitos en el hockey-patín. De hecho, había sido él quien había conseguido toda la indumentaria e implementación que los jugadores le habían solicitado.
Tan entusiasmado estaba Concha, que se proyectaba al mediano y largo plazo. “Para 1981 tendremos un estadio y la sede en Santiago” comenzaba diciendo, para agregar que “tenemos el sitio, los planos y el apoyo de Digeder. Este recinto lo construiremos en la comuna de Providencia”.
Se escuchaba raro que el tradicional club de la Ciudad Jardín cambiara de domicilio. Pero el gerente de Eventos Especiales justificaba sus afirmaciones. “No podemos tener la cancha en Santiago y la sede en Viña del Mar. Aún no hemos decidido en qué Asociación anclaremos el año próximo. Puede ser la Asociación Universidad Católica o Las Condes. O bien formar una nueva, con otros clubes y que tenga por sede a Providencia”, agregó.
Todo se fortalecía con lo que sucedía en la Selección Chilena mundialista. Porque de los cinco titulares, tres pertenecían a Pepsi-Ciclón –Eduardo Tapia, Osvaldo Rodríguez y René Muñoz- mientras que un cuarto –Luis Coloma- también había participado de ese proceso, incluyendo la Gira por Europa que cumplió la Roja previa a la cita en La Tortuga de Talcahuano.
Sin embargo, todos esos avales chocaron con la tradición representada por los más fieles hinchas de Ciclón. Sobre todo, porque a estos no les cayó bien la intención del auspiciador de, incluso, dejar como camiseta oficial la vestimenta celeste que había vestido en algunos cotejos el plantel en desmedro de la clásica enseña roja con vivos blancos. Es que ese color, a los ojos de los asesores de marketing de la gaseosa, era el tono característico de la bebida de la competencia.
Todo eso fue erosionando la continuidad de la alianza. Considerando lo anterior y el hecho que tras el Mundial tres de sus figuras habían emigrado –Eduardo Tapia al Sertaozinho brasileño, Osvaldo Rodríguez a Thomas Bata y René Muñoz al Melbourne Mordialloc de Australia- Pepsi-Ciclón llegó a su término con el fin de año. El acuerdo se había extinguido tal como las burbujas de una bebida cuando se destapa la botella…
Próxima entrega: martes 9 de junio, Colegio Colonial de Pirque