El Mundial en Recife estaba fijado para septiembre. Sin embargo, en abril no había nada en la Selección Chilena. Ni técnico, ni convocados. Nada. Rubén Leni no continuó a cargo del plantel por culpa de dineros adeudados por la Federación.
Por de pronto, surgió el nombre de Osvaldo Rodríguez quien había retorno al país tras ocho temporadas en la Liga italiana. En esos momentos dirigía a la UMCE, aplicando todo lo aprendido en Europa. Se hablaba que el hockey era “un básquetbol sobre ruedas” por la disciplina táctica que comenzaba a aplicarse. Era lo que establece el viñamarino en el cuadro del Físico, en el doble rol de jugador y entrenador.
El tetramundialista conversó con la Federación porque le interesaba el proceso a largo plazo… pero para iniciarlo post Recife. Se llegó a acuerdo y Rodríguez tomaba el cargo en octubre. Al Mundial la Roja iba a cargo de otro ex mundialista, Eduardo Cleveland.
El popular Pelao inició su proceso con 18 preseleccionados que había nominado Leni antes de su renuncia. Las prácticas fueron en el Patinódromo del Parque O’ Higgins, en horario nocturno en medio de la onda polar que azotó por esos días a la capital; agregando sesiones de pesas en el estadio de la Usach.
Un viaje a Buenos Aires para ultimar detalles en el Centro de Alto Rendimiento de Buenos Aires, a principios de septiembre, marcó la última etapa antes del viaje a Brasil. A esa altura sólo quedaban doce integrantes del plantel, de los que luego fueron desafectados el portero Rodrigo Aguilera, de Universidad Católica; y Mario Farías, de San Ignacio.
En Recife el choque con la realidad fue muy fuerte. En primera ronda sólo un empate, ante Francia; y la derrota más abultada que ha recibido un seleccionado nacional en el magno certamen –ante los italianos-. Y en el cuadrangular de Promoción se confirmó la suerte a la que ese equipo estaba predestinado anotando sólo un triunfo sobre la bisoña Andorra. Todo de nuevo…
