En esta jornada especial, retrocedemos en el tiempo para revivir lo sucedido el viernes 14 de abril de 1995 en la, en ese entonces, pista de la UMCE. Pista que se ubicaba donde hoy se levanta una cancha de tenis al lado del techado del Sagu. En aquella tarde, sin saberlo todos los que asistieron al embaldosado –que llevaba el nombre de Francisco Frías Cea, en homenaje al jugador nacido en el Leon Prado y que comenzaba su camino en el quinteto de la Metropolitana- retomaba su camino en nuestro país el hockey femenino.
Porque, vale rememorarlo, en los comienzos de la disciplina de los patines y chuecas en Valparaíso en 1935 no hubo distingos de sexo. Tanto varones como damas se entusiasmaron con el nuevo deporte, creando ellas sus propios equipos. E incluso, disputaron dos Torneos Nacionales en 1942 y 1943 frente al Palacio de La Moneda –sí, ahí en la Plaza de la Constitución-. Lamentablemente, y tal vez por el machismo reinante en esos años, la actividad entre las féminas despareció… por casi medio siglo.
En aquella tibia tarde de abril en el rectángulo de la Universidad Metropolitana, y metido entre los partidos de un cuadrangular internacional de Fiestas Patrias, se programó un pleito entre Universidad Católica y San Juan, Argentina… en categoría damas. “Para muchos fue algo exótico. No les gustó ver a mujeres con patines y chuecas, sobre todo porque es un deporte rudo” publicó el reportero del diario La Tercera, presente en aquella jornada.
Su colega del desparecido periódico La Época, también asistente al recinto de calle Luis Bisquert, opinó que tras lo presenciado “las mujeres dejaron sólo en mito hace mucho tiempo ese rótulo de sexo débil“.
Más allá del 5-0 que les endosaron las trasandinas, las nóveles deportistas cruzadas –“llevan como hockistas sólo un mes”– hicieron gala de su entusiasmo. “Nosotras practicábamos patinaje artístico. Pero como que nos lateamos un poco porque sólo hay un campeonato al año, por lo que se perdía la motivación de seguir. Así que nos nació esto de jugar hockey. Nuestro entrenador, Aldo Llera, nos dijo que en el aspecto del patinaje estamos bien, pero falta el manejo de la chueca” decía una jovencita Sandra Torres, quien oficiaba de capitana de la UC.
Los nombres de esas pioneras fueron las arqueras Ayexa Sardá y Marcela Cortéz más Daniela Núñez, Daniela Zamorano, Alejandra Jara, Sandra Torres, Sandra Barrios, Olga Barrios, Paula Venegas y la ya nombrada Sandra Torres.
Fue la primera semilla en una tierra de la que no pocos dudaron que sería fértil. A pesar de que el ambiente no dimensionaba lo que se avizoraba, muy pronto se unieron a este “bonito experimento” los clubes Universidad de Chile, Estudiantil San Miguel y Huachipato de Talcahuano.
Poco más de una década después, una nueva generación que continuó la senda iniciada aquel 14 de abril llevó a la incipiente actividad a la cima, con un título mundial inculcando de paso en la escena nacional, de forma indeleble, el nombre de Las Marcianitas.
Hoy, cuatro de esas marcianitas se lucen con sus respectivos talentos y técnica en las exigentes Ligas europeas. Mientras que en nuestro país otras grandes exponentes también muestran su habilidad y dominio en el juego, conformando todas juntas un grupo que sólo ha llenado de blasones triunfales a los pabellones del tricolor con la estrella solitaria.
Son todas ellas las que llevan el estandarte del hockey chileno. Y muchas niñas -y también, muchos niños- las idolatran, admiran y quieren imitarlas, llegar hasta donde ellas han llegado.
Todo gracias a esas especialistas de patinaje artístico que se atrevieron, hace 23 años, a vencer no sólo a los rivales en la cancha sino que también a los prejuicios. Y, sin pretenderlo, resucitar la actividad y demostrar que el hockey sobre patines también se luce con un toque femenino.