Almanaque del Hockey-Patín Chileno (29): Torneos Nacionales (1942-1949)

Uniforme de Santiago en los primeros nacionales.

(Investigación y texto: Jorge Rodríguez Cáceres) La principal cita que lució el hockey-patín chileno en el siglo XX fue el Campeonato Nacional, que de forma anual reunía a los representativos de todo el país donde se jugaba la disciplina. Por ende, se podía señalar que era la coyuntura donde se reunían los mejores hockistas del país. Certamen que congregaba una importante convocatoria de público, lo que denotaba la importancia que poco a poco iban tomando los patines y chuecas en la escena local.

Con ese marco, comenzamos una serie de entregas –enmarcadas en el Almanaque del Hockey-Patín Chileno- dando a conocer lo que fueron estos certámenes para el desarrollo hockístico. Certámenes que se originaron por la proyección que tuvieron los dirigentes de las asociaciones Santiago, Valparaíso y Viña del Mar quienes, tras conformar la Federación de Hockey de Chile el 18 de septiembre de 1941, determinaron la disputa de esta cita con el afán de difundir y expandir la actividad.

Lo realizado durante la década de los 40 –con pleno dominio de los equipos de Santiago y Viña del Mar- fue la siembra del crecimiento que tuvo el deporte en las siguientes temporadas, anotándose el chuecazo inicial en octubre de 1942.

Santiago vs. Valparaíso en la primera versión de los Nacionales en 1942. El telón de fondo fue el Palacio de La Moneda.

Aquella primera versión de los Nacionales contó con las tres asociaciones que integraban la Federación de Hockey, imponiéndose el representativo santiaguino tras un triple empate en el puntaje. Esto, debido a los triunfos de los locales sobre los de la Ciudad Jardín (6-0), de los porteños ante Santiago (5-4) y los viñamarinos sobre sus vecinos (4-2).

Vale agregar que además de competencias de patinaje artístico y carreras –competencias que también se desarrollaron frente al Palacio de La Moneda- el Nacional incluyó, además de la competencia de adultos, torneos en categoría Infantiles y Femenino. En la serie menor, Santiago se llevó el título, tras vencer a Viña (7-1) y Valpo (4-2); mientras que en damas, las capitalinas ganaron a las porteñas (2-0).

Como reflejo de aquellos primeros tiempos hockísticos, la organización del Segundo Campeonato Nacional en Valparaíso en 1943 fue, literalmente, a pulso. Se había solicitado el apoyo de las autoridades porteñas, pero a última hora todo quedó en nada. A pesar de la adversidad, los dirigentes locales “con un entusiasmo digno de destacarse”, y sabiendo que habría un déficit económico, organizaron rifas entre los clubes para tener fondos que sirvieran, por lo menos, para los gastos básicos. “Esto no los ha desanimado, y están dispuestos a poner de su bolsillo lo que falta con el objeto que el torneo resulte lo más brillante posible”, escribió el redactor en el diario La Estrella. En lo netamente deportivo, los porteños recibieron a los de la capital y viñamarinos en la avenida Francia –entre Independencia y Victoria-, con Santiago anotando el bicampeonato al ganar a Valparaíso (5-2) y empatar con Viña (4-4). En Infantiles, los santiaguinos se llevaron el trofeo; mientras que en damas, las porteñas celebraron tras golear 6-0 a las capitalinas.

La edición inicial de los Nacionales también incluyó competencias de patinaje artístico y carreras (foto).

Tal como en la primera versión del certamen, la Plaza de la Libertad recibió otra vez la disputa del Campeonato Nacional en 1944. Santiago y Viña del Mar dijeron presente, pero Valparaíso no llegó –tal vez, molesto por lo

La clásica enseña del representativo de Valparaíso.

sucedido el año anterior, donde los porteños criticaron el accionar de los capitalinos en el partido que disputaron-. La ausencia del equipo portuario se salvó con el debut de los representativos de Quipué, Angol y Concepción, lo que llevó al cronista a redactar que “el campeonato alcanzará contornos de gran interés”. Con ese marco, Santiago celebró otra vez al imponerse a Concepción (6-0), Quilpué (12-1) y Viña (2-0). Pero el bemol lo constituyó la decisión de que, a partir de esta edición de los Nacionales, ya no se consideraron competencias de infantiles y damas.

La edición 1945 viajó más de 500 kilómetros para disputarse en las riberas del Bío Bío. Hubo tal entusiasmo en los lares penquistas que la prensa local anunciaba que llegarían los equipos de Talca, Chillán, Osorno, Temuco, Valdivia, Angol, Viña del Mar, Valparaíso y Santiago. Sin embargo, sólo arribaron hasta el rectángulo levantado a un lado del Campanil del Barrio Universitario los viñamarinos, capitalinos y el representativo de Quillota, debutante en estas lides. El representativo de la capital reafirmó su poderío, al golear a Quillota (14-0) y a Viña (9-2).

En 1944 debutó Angol. En la foto, el pleito de los sureños ante Valparaíso, de camiseta oscura.

Un año después, con asistencia masiva de público que repletó los límites del rectángulo establecido en avenida La Marina, de Viña del Mar, se desarrolló la quinta edición del certamen. Con el aval de que el número de participantes aumentó a ocho, reafirmando la expansión que estaba teniendo la actividad. Tal lista la integraron Valparaíso, San Bernardo, Santiago, Quillota, Concepción, Peñaflor, Quilpué y los anfitriones.

Ya en la versión anterior, del sexteto de la Ciudad Jardín se había redactado que “sus jugadores son los más técnicos del país, pero les falta lo esencial: lanzar al arco”. Sin embargo, eso lo descartó con una maciza actuación de este plantel integrado por Mario Garay; Enrique Marguiz, Carlos Robles; José Valencia, Raúl Garay y Miguel Tordecilla. Todo bajo la dirección técnica de Ismael Moscoso. Este equipo se llevó el título –y de paso, cortó la racha de los capitalinos- tras vencer a Quilpué (10-0) y a Santiago (1-0). Para la anécdota quedó el hecho que la final se suspendió cuando se cumplían los 24’ del primer tiempo, por invasión de espectadores. No hubo mayor trámite posterior para que tal resultado final fuera ratificado, posteriormente, y decretar que el trofeo de campeón se fuera a la costa.

El crecimiento que estaba teniendo la actividad a nivel país alimentaba la opción de tener un certamen con asistencia mayoritaria. Por eso, para la edición de 1947 se anunciaba a Rancagua, Talcahuano, Los Andes, Quillota, Quilpué y San Felipe. Sin embargo, sólo llegaron hasta la avenida Francia del puerto principal los sextetos de Viña, Santiago, Concepción, Valparaíso y Peñaflor.

Con el liderazgo de Miguel Tordecilla y Raúl Garay, el equipo de la Ciudad Jardín reafirmó su supremacía consolidándose como una potencia alternativa a la capital. Ambas fuerzas lucieron planteamientos claramente definidos: mientras el juego de los capitalinos era pragmático, el de los viñamarinos era agradable a la vista con sus sucesivos toques y habilidad de sus jugadores anotando triunfos sobre los porteños (3-0), penquistas (2-0) y peñaflorinos (4-1) más el empate 1-1 con los santiaguinos.

Para el recuerdo, cada uno de los equipos participantes recibió un recuerdo por su participación. A saber, el campeón Viña del Mar recibió las copas Caupolicán y Municipalidad de Valparaíso; el subcampeón Santiago, la Copa Federación; el tercero, Concepción, la Copa René Frías; Valparaíso, la Copa Alonso e Hijos; y Peñaflor, la Copa Tito Canahuate.

Viña del Mar, campeón en el Nacional de 1947. Arriba, de izq a der: Miguel Tordecilla, Hugo Chiponti, Arturo Rodríguez y Raúl Garay. Abajo: José Valencia, Mario Garay y Carlos Robles.

La realización del séptimo Torneo Nacional, en 1949, tuvo ribetes especiales. La sede fue en la primera cancha oficial, la ubicada en el Estadio Santa Laura. Además, fue la despedida del disco de madera, el símbolo de los tiempos heroicos del hockey chileno.

La relevancia del certamen se vislumbró con los “innumerables trofeos que han sido puestos a disposición de los organizadores”. Esas copas fueron donadas, entre otros, por el Consejo Nacional de Deportes, el Departamento de Deportes del Ministerio de Defensa, la Federación Chilena de Hockey, la Asociación Santiago e, incluso, uno donado

La camiseta de Viña del Mar en sus primeros títulos nacionales.

por el diputado José Antonio Coloma. También, había una que se le bautizó Trofeo Cronistas Deportivos. Además, para la ceremonia de inauguración se consideró el “desfile de los equipos participantes y la bendición de los estandartes de la Federación y de la Asociación local” más un juramento de los hockistas.

Las ubicaciones finales reflejaron la actualidad del deporte en el país. Por peso específico, santiaguinos y viñamarinos eran las potencias y compartieron el título. Un peldaño más abajo, Valparaíso. En el fondo, Peñaflor y Concepción. No en vano, la prensa especializada publicó que “el mejor hockey del país se juega en Viña y Santiago”. Se trataba de dos escuelas claramente definidas, que cuando se enfrentaron en la tercera fecha –“era la verdadera final y fue una lástima que el sorteo lo haya adelantado”– anotaron un empate 3-3, considerado “un score que era el más justo. Hubiera sido poco ajustado a la realidad otro resultado”.

Al margen de la mencionada paridad entre ellos, Santiago –con Wilfredo Bendeck, Benito Diez y Juan Rojas como referentes- venció a Concepción (10-2), Peñaflor (19-1) y Valparaíso (10-3); mientras que Viña del Mar –liderado por los hermanos Finalteri y Adolfo Scherz- hizo lo propio con los porteños (8-4), penquistas (8-3) y peñaflorinos (9-3),

Como corolario que reflejó todo lo sucedido en la década, se escribió en la prensa a modo de profecía que “el hockey en patines es un deporte destinado a progresar”. Amén.

Próxima entrega: martes 30 de junio, Torneos Nacionales (1950-1959)

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