Chile vs. España, el Partido Que Cambió las Reglas del Juego

Fue un cotejo dramático, tenso. El último del XXIV Mundial disputado en la pista de parqué del Estadio Monumental La Tortuga de Talcahuano. Porque para los españoles, tras caer abruptamente el día anterior por 7-1 ante Argentina, era imperativo ganar a los chilenos para recuperar el título máximo. Un empate los relegaba al subcampeonato.

Para la Roja una potencial victoria le permitiría ubicarse en un histórico tercer puesto, relegando –y sacándolos, por primera vez en la historia de los Mundiales de hockey, del podio- a los portugueses a la cuarta casilla.

El tema fue que mientras Chile apeló a esperar para sorprender en la contra, los hispanos apuraron el trámite para vulnerar la cabaña defendida por Jaime Cabello, Objetivo ibérico que se concretó a los 13’57” del segundo tiempo tras la insistencia personal de Jordi Vila-Puig.

Esa conversión fue el punto de inflexión del pleito. Porque a partir de ahí los chilenos apretaron y comenzaron a llevarle más trabajo a Carles Trullols, sobre todo por patriadas de Eduardo Tapia y Osvaldo Rodríguez quedando René Muñoz como atacante en punta. Los europeos, mientras tanto, apelaron a un juego cansino en su sector, dilatando la posesión más si los locales no apretaban constantemente su salida.

Lo peor fue que, en determinados momentos, los españoles no se avergonzaron en tomar la pelota y retroceder a su propia zona y mantenerse detrás de la propia portería, con pelota dominada, para quemar segundos. Esa actitud exasperó al público presente en La Tortuga, el que culminado el cotejo lanzó trozos de frutas de la estación y hasta tarros en contra de los hockistas europeos para demostrarles su molestia por el juego demasiado especulativo que habían encarnado en los últimos minutos de ese partido.

Modificaciones. Lo sucedido en Talcahuano fue analizado por la dirigencia internacional, estrenando en el Mundial de Barcelos 1982 las modificaciones al reglamento de juego.

Había nacido la llamada Regla del Anti Juego, formalizada en el artículo 66 de la nueva reglamentación que estableció en su punto 1 que “la línea externa del área penal (desde la cual se lanza el tiro penalty) se extenderá hasta el borde longitudinal de la delimitación de la pista (o sea, el borde de la baranda). Dicha línea se denominará línea de anti-juego”.

En el punto 2 se establecía cuál era la zona del anti-juego. “La parte de la pista entre la línea del anti-juego y el borde de delimitación del fondo de la pista, detrás de los arcos, se denominará zona de anti-juego”. Este sector muy pronto varió, ya que la llamada línea de anti-juego se adelantó hasta ubicarse a 3 metros de la línea que divide en dos la cancha.

De esta manera, se prohibía al equipo que defendía a permanecer más de cinco segundos en su propia zona del anti-juego. También, no se podía mandar pases hacia atrás que cruzaran a la mencionada zona, de lo contrarios se sancionaba con un tiro libre indirecto que se marcaba en el punto donde la bocha superaba la demarcación.

De esta manera, se terminaba con el juego especulativo en campo propio. Y también se fomentaron estrategias de juego, como el pressing para “ahogar” al equipo defensivo en contra de su propio límite del anti-juego para recuperar el control de la pelota.

Todo esto evolucionó en lo que se aplica hoy, en la salida desde propia zona en un máximo 10 segundos. O, también, cuando se recibe hacia atrás, tener 5 segundos para salir jugando. Además, propiciaría el establecimiento de los 45 segundos de posesión de la pelota para llegar a la portería rival.

Retomando lo deportivo, Chile tendría su revancha ante España en los siguientes Mundiales: en Barcelos igualaron 2-2, en una agónica reacción hispana tras ir cayendo 2-0. Y dos años después, en Novara 1984, Chile vencería 5-2. Pero esos son otros partidos con historia…