En efecto, en la realización del XV Mundial de hockey-patín disputado íntegramente en el Gimnasio Nataniel, entre el 28 de marzo y 5 de abril de aquel año, las nueve selecciones visitantes asistieron con lo mejor que disponían.
Portugal –el campeón- llegó con sus cinco titulares que dos años antes habían ganado el título en Madrid. A saber, el portero Alberto Moreira, su capitán José vaz Guedes, Amadeu Boucos, Virgilio Carrilho y su máximo astro, Fernando Adriao bautizado como el Pelé del Hockey. Además, se incluyó a un mozalbete de 19 años que era un astro en potencia y que se llamaba Antonio Livramento.
Italia, que ocupó el segundo puesto, era liderado por su portero Bruno Bolis, que ya había jugado en seis mundiales anteriores. España, que quedó en el tercer lugar, tenía a los campeones de 1955 Carlos Largo, guardavallas que jugaba sin casco, y Pere Gallen, también integrante del plantel que se adjudicó el máximo título en 1954 y que en Chile disputó su octavo Mundial.
Mientras Suiza lucía al incombustible Marcel Monney, quien con 36 años jugaba su –también- octavo certamen máximo, Argentina trajo al mismo elenco que dos años antes había ocupado el tercer puesto en el que destacaban Ricardo Pérez Colomé y Rubén Alonso.
Finalmente, Chile tuvo como líder a Alfonso Finalterri -junto a su hermano Mario y Oscar Ahumada– de una nueva generación integrada por los arqueros Luis Mora y Juan Sánchez más los jugadores de campo Roberto Vargas, Eduardo Gamboa, Luis Soto, Hugo Valdivia, Jaime Gutiérrez y Antonio Luna.
En esa selección chilena jugaba también Carlos Mourgues, tengo la suerte de conocerlo y de compartir a diario con el, se emociona mucho al recordar los años en que vistió la camiseta de la selección chilena de la especialidad.