Formación de la rama: diciembre de 1944
Apodos: Albos, Equipo Popular
Palmarés: Campeón de la Asociación Santiago en 1945 y 1947
Temporadas en competencias federadas: 11, entre 1945 y 1955
Referentes históricos: Raúl de Castillo, Hugo del Castillo, Jorge Cordero, Armín Echagüe, Ramón Méndez, Quintín Blanco, Efraín Campusano, Carlos de la Fuente, Héctor Pellegrini, Oscar Ahumada, Eleazar Salazar, Jorge Ibáñez, Antonio Luna y Roberto Vargas
(Investigación y redacción de Jorge Rodríguez Cáceres)
Ampliando ramas. Los orígenes de la rama de hockey-patín del club popular pasan por lo que fue el equipo llamado Grupo Móvil, que disputaba en 1944 el torneo de la Asociación Santiago y que había surgido, a su vez, del Defensa de la Raza, otro de los elencos que habían intervenido en esos primeros encuentros sobre patines. Eran los días en que en el ambiente hockístico corría el rumor de que una importante institución deportiva estaba evaluando entrar a la competencia. Muy luego se supo que dicha institución era Colo Colo.
La institución alba ya había tenido algunos acercamientos con ese nuevo deporte que había concitado interés ciudadano los domingos frente al Palacio de La Moneda. De hecho, su sede –ubicada en ese entonces en calle San Pablo- ya había cobijado algunas importantes reuniones de la Federación. Como aquella fechada el 26 de noviembre de 1944 cuando se designó a la ciudad de Concepción como sede del Campeonato Nacional del año siguiente, además de aceptar las afiliaciones de las asociaciones de Iquique, Quillota, Temuco y Osorno.
En aquellos días el Club Deportivo Colo Colo, además de su amplio reconocimiento gracias a su equipo de fútbol profesional, poco a poco había ido agregando otras disciplinas bajo sus pabellones. Esa expansión a otros deportes se había iniciado en 1936 con la formación de la rama de tenis de mesa, siguiendo con el boxeo, la natación y el básquetbol. Con el baloncesto la idea inicial era la fusión con el cuadro del Ciclista Internacional, animador de las competencias capitalinas y que su potencial arribo había logrado el interés de los socios colocolinos. Sin embargo, la directiva del club no procedió a tal resolución.
Este sistema fue similar al que se aplicó a fines de 1944 con la unión con el Grupo Móvil para dar origen al representativo hockístico del Cacique. Y con los refuerzos recién llegados, se formó un sexteto que pudo discutirle la supremacía en la actividad al Estudiantil de Independencia, el dominador de la escena capitalina.
Además, esta expansión del club popular confirmaba y fortalecía una tendencia que de a poco se fue anidando en la naciente disciplina, la de instituciones con tradición multideportiva que se atrevían a explorar este nuevo campo con patines. Había sucedido con Green Cross y Santiago Badminton al inicio de esa década, y continuado por las Universidades (ver Almanaques de Universidad de Chile y Universidad Católica).
Era nivelar hacia arriba porque se confirmaba que ya no sólo el hockey sobreviviría gracias a la acción de clubes de barrio, con la correspondiente identificación que conllevaban con su sector natal. Entraban también instituciones de un arraigo más amplio -prácticamente nacional- aspecto, a todas luces, favorable en la difusión de la actividad.
Don Oscar y los hermanos. La conformación del equipo hockístico de Colo Colo se debió a la acción de un hombre con clara visión de futuro. Es que Oscar Ahumada Ibacache se había entusiasmado con este deporte a partir de su calidad de simple espectador de aquellos domingos matinales en la Plaza de la Libertad. Dicho interés lo logró canalizar al comenzar a hacer su aporte en el derrotero del equipo Grupo Móvil. Y como una forma de llevar a ese sexteto a un alero seguro, se contactó con la cúpula del club popular para fortalecer a ese equipo.
De esta manera, en marzo de 1945 el nuevo equipo se estrenó en sociedad, contando como refuerzos –además de los que habían formado en Grupo Móvil- con tres elementos surgidos del Independiente de Recoleta: el portero Carlos de la Fuente más los hermanos Raúl y Hugo del Castillo.
Oriundos de los arrabales nortinos de la capital, este par de atacantes eran fuera de la cancha los mejores hijos de vecino, preocupados de su local de mercería que habían levantado en calle México 634. Sector que habían recorrido con sus patines en sus tiempos infantiles. Sin embargo, cuando jugaban eran letales en sus ataques, con un disparo del disco que les había granjeado el respeto de todos sus rivales… sobre todo, de los porteros. Por ello, eran considerados unos interesantes integrantes en el naciente elenco.
Todo eso se confirmó en aquella temporada, siempre en la cancha frente al Palacio de La Moneda, adjudicándose el trofeo de campeón del certamen oficial de ña Asociación Santiago superando en la final a Universidad Católica con un contundente 3-0. Se iniciaba con esto una nueva etapa en el incipiente hockey. Porque había nacido una nueva potencia que le disputaba el dominio al mencionado Estudiantil, Badminton y la UC.
El arribo de Colo Colo a la escena hockística constituyó un refresco para ese ambiente y, también, un empuje para entusiasmar a otras instituciones multideportivas para que se animaran a empuñar una chueca. Además, reafirmó de inmediato el elenco albo que era una de las potencias con los patines.
Porque el incipiente periodismo especializado ubicaba a los colocolinos a la par de Universidad Católica, pero con claras diferencias entre ambos equipos. Mientras los universitarios apelaban a la táctica para realizar sus desplazamientos en la cancha, tal como en el básquetbol; los albos eran más pragmáticos al depender de lo que hicieran sobre el cemento los hermanos Del Castillo.
A esa altura, Raúl y Hugo –quien también era el capitán del equipo- eran una suerte de celebridades en el mundillo hockístico. Si bien se les respetaba por su habilidad de juego, también se les criticaba el excesivo individualismo que aplicaban en varios tramos de sus partidos. Pero también se les elogiaba cuando decidían jugar con el resto de sus compañeros.
Con ambos a la cabeza, en mayo de 1946 Colo Colo viajó hasta Mendoza para enfrentar al Skating Godoy Cruz. “No merecimos perder ante Skating. Faltaban dos minutos para el final, nada más. Para mí el encuentro lo ganó el árbitro que era un jugador de ellos: Doña. Es de categoría junto a Lito Romero, pero los considero inferiores a (Wilfredo) Bendeck” comentaba Hugo del Castillo al retorno.
El líder albo, al margen de las observaciones hacia sus rivales, destacaba la mentalidad hockística que inundaba al otro lado de la cordillera. “Allá tienen nueve canchas cerradas. Son verdaderos espectáculos. No se precisa pedir permiso a las autoridades para entrenar” agregaba el forward.
Con las experiencias ganadas al otro lado de la cordillera y en los partidos que cada semana disputaba en la Plaza de la Libertad, Colo Colo intervino en la Copa Fiestas Patrias enfrentando a “los mejores cuadros” de la Asociación Santiago. A saber, el Popular, Palestino, Universidad Católica y Badminton.
Paralelamente, en el torneo final –con su estable formación de Armín Echagüe; Efraín Campusano, Enrique Castro; Ramón Méndez, Raúl del Castillo y Hugo del Castillo- dirimió, otra vez, el máximo trofeo con la UC el que perdió –en un historiado partido que culminó con incidentes entre deportistas, policías y público- por la cuenta de 2-1.
Predominio albo. Mas, la revancha para los colocolinos no demoró en llegar ya que en 1947 nuevamente se adjudicó el título. Un tanto empañado por el retiro de los cruzados, quienes acusaron que no había garantías para practicar hockey ante la violencia que mostraban sus rivales.
Sin su clásico rival al frente, se escribió de Colo Colo que “su equipo de Honor está conceptuado como el mejor conjunto de Chile. Y sus jugadores Raúl y Hugo del Castillo son considerados por la crítica y la afición como los más diestros y técnicos delanteros que posee nuestro país en este interesante deporte”.
Los Del Castillo se refrendaron con este nuevo lauro como los emblemas del plantel albo, definidos en su juego de conjunto como una “delantera batalladora”. Más beligerante en la cancha era Raúl, sin embargo junto a Hugo seguían gozando del respeto de sus rivales, sobre todo por su archiconocido disparo de distancia.
Paralelamente, el conjunto de camiseta blanca también anotó en aquella temporada el subcampeonato en la Segunda División. En aquel plantel destacaba su joven forward llamado Oscar Ahumada, quien a la vez formaba parte del directorio de la rama –que presidía su padre, don Oscar- como tesorero mientras que su compañero de equipo, Julio Tognarelli, era el secretario.
Aprovechando el envión del título capitalino, la directiva central del Club Deportivo alcanzó a avisar que, para el mediano plazo, el equipo de hockey oficiaría de local en las canchas que se iban a disponer en el antaño Estadio de Carabineros, ubicado en la avenida Balmaceda. Sin embargo, a pesar de contar con variadas comodidades para los socios –como dos piscinas- y que los equipos de fútbol albos entrenaban en ese sector, la aspiración del campo para los patines quedó archivada hasta nuevo aviso.
Mientras se esperaba la casa propia, la rama también comenzaba a preocuparse de un importante detalle: sus equipos infantiles. Por eso había optimismo en el medio por el campeonato de menores que animaba Colo Colo junto a Palestino, Enfield, Universidad Católica y Everton.
Nuevos tiempos. Increíblemente, a pesar de todo su derrotero de cinco años en las competencias de la Asociación Santiago, al despuntar la década de los 50 Colo Colo no formó parte del inicio de los nuevos aires que significó para el hockey chileno el paso del disco a la pelota. Sólo tras la disputa del Torneo de Apertura, la dirigencia de la rama reconsideró su decisión y se reincorporó a la competencia.
Pero ya no estaban los hermanos Del Castillo, quienes habían emigrado a Unión Española, pero se contaba en el arco con Jorge Chiporro Cordero y los hermanos Pellegrini.
A la vez, se mantuvo la política de fortalecimiento de la cantera, sobre todo al cobijar en sus equipos de niños a los cara sucias que protagonizaban pichangas en la llamada Población Fantasma. Este barrio, ubicado en el sector norte de la capital, recibió tal nominación porque estaba escondido al final de la calle General Saavedra y no tenía otra salida hacia la avenida Independencia. Ahí, entre sus calles, los mozalbetes del sector ubicaron largas vigas para establecer los límites de su campo de juego. Muchos de esos espontáneos jugadores tal vez fueron influenciados por los cotejos que se jugaban en el cercano Estadio Santa Laura. Sea como fuere, calzándose los nunca bien ponderados Huinchester, algunos con implementos conseguidos quizás dónde y diseñando chuecas con palos de árboles, todas las tardes se juntaban para imitar a los Finalteri, Del Castillo y Lacrampette, entre otros.
Toda esa política fue consecuente con lo sucedido el 17 de enero de 1954, cuando el Club Deportivo inauguró su propia cancha de hockey en el estadio que la institución tenía en la avenida Balmaceda, frente a Ricardo Cumming. ”Con esto ha demostrado la popular entidad que también le interesan los deportes llamados malamente chicos”, se escribió al elogiar la iniciativa de los albos.
Lamentablemente, ese escenario sólo sería utilizado por poco más de un año, ya que a fines de 1955 la rama de hockey colocolina protagonizó el adiós. Y lo hizo con un plantel, con Quintín Blanco a la cabeza, que incluyó a tres adolescentes a quienes algunos ya lo avizoraban como futuros seleccionados. Este trío lo integraban Jorge Ibáñez, Antonio Luna y Roberto Vargas. Tres de aquellos niños que habían jugado en las eternas pichangas sobre patines en la Población Fantasma.
Próxima entrega: viernes 19 de junio, Unión Española
Exelente narrativa me la leí completa