El 4-2 que le endosó Argentina a Brasil, el sábado 17 de noviembre, terminó por formalizar el cuarto título sudamericano para el hockey-patín chileno luego de trece años sin poder levantar el máximo trofeo. De esta manera, se unía a los blasones obtenidos en Sao Paulo en 1954, Santiago en 1956 y Concepción en 1966.
Partido entre los vecinos del Atlántico que no estuvo exento de polémica, toda vez que algunos integrantes de la torcida local, al terminar el cotejo, ingresaron de mala manera a la cancha para agredir a los jugadores trasandinos y al árbitro chileno Jorge González.
“Lo que sucedió fue que como el público estaba encima de la cancha, molestaba a los jugadores argentinos lanzándole escupitajos, hawaianas y palos a la cancha” comentaba, posteriormente, el referí nacional.
Ese fue el contraste a las celebraciones del equipo chileno. “Hemos conseguido un logro importante, que ratifica lo que vislumbramos en los Juegos Panamericanos de Puerto Rico y que por distintos motivos no obtuvimos en aquella ocasión. Hay un avance importante y eso aumenta nuestra alegría” comentaba Luis Coloma.
Por su parte, Mario Spadaro apuntaba que “cuando llegamos a Brasil las prensa nos ubicó en tercer lugar. Pero posteriormente, cuando vieron el partido con Brasil, estuvieron más cautelosos”.
La parte incómoda, otra vez, se vivió cuando le delegación ya tenía la copa en su poder, porque –a lo sucedido con el bus el día anterior-, los dirigentes brasileños habían cancelado la cena de clausura, obligando que los chilenos –junto a los familiares que los habían acompañado en esta épica historia- a buscar algún restaurant cercano al hotel para celebrar. Esto llevó a Spadaro a reflexionar que “en Chile atendemos a los extranjeros como reyes y aquí nos reciben como las…”
