En la década de los 80, entre medio de clubes como Thomas Bata, Universidad de Chile y León Prado, se asomó un grupo de alumnos del colegio San Ignacio-Alonso Ovalle vistiendo camiseta blanca con vivos rojos para defender a su establecimiento en la competencia federada.
Se trataba de un taller que muy pronto tuvo la ambición de codearse con los más linajudos, motivado en parte también por el interés que había despertado la actividad tras la disputa del Mundial de 1980 en Talcahuano.
Al principio, para el Interregional de 1982 los nóveles jugadores vestían el uniforme de gimnasia, con el diablito ignaciano en el pecho, improvisando los números en los dorsales con cinta adhesiva de color negro. Sin embargo, para el año siguiente en la competencia del Metropolitano el colegio ya contaba con dos equipos, San Ignacio Blanco y San Ignacio Rojo, quienes vestían camiseta con pecho blanco y mangas rojas.
Afiliado a la Asociación Universidad Católica, ese conjunto tuvo como referente a Cristián Aranda, quien incluso jugó por la Selección Nacional en el Sudamericano Infantil disputado en marzo de 1984.
A pesar de las buenas presentaciones que tenía el equipo, llegando incluso a contar con un representativo adulto –cuando ya habían pasado a la Asociación Universidad de Santiago-, a mediados de los 90 el hockey-patín ignaciano desapareció de escena.
Hasta hoy, porque a través de su Centro de Padres se apuesta a revitalizar la actividad partiendo por los más pequeños del establecimiento. Avala todo el hecho que en el CPP colabora Claudio Hidalgo Flashar, ex seleccionado nacional y campeón mundial de la Serie B en Macao 1998.
Para ello, el primer eslabón de este proceso fue una exhibición realizada este sábado 7 de julio en la llamada cancha La Bombonera del establecimiento de calle Alonso Ovalle. Dicha clínica fue realizada por la marcianita Catalina Flores, quien fue acompañada de su hermano Nicolás y por sus alumnos del HC San Jorge de La Cisterna.
En la ocasión, los cisterninos mostraron variados ejercicios de patinaje y dominio de pelota, además de hacer partícipes a los niños ignacianos que llegaron calzando sus respectivos patines.
Como se esbozó, esto sólo fue el chuecazo inicial en el proceso de reactivación del hockey-patín ignaciano al mediano plazo. Y para conseguir ese objetivo cuentan con una épica historia como respaldo.