(Investigación y texto: Jorge Rodríguez Cáceres) La década de los 70 en los Nacionales confirmó la aparición de nuevas fuerzas, como San Miguel; la consolidación de otras, como Huachipato; y el surgimiento de figuras que harían historia en el hockey nacional, como Eduardo Tapia, Arturo Salvatierra, Osvaldo Rodríguez, René Muñoz y Jaime Cabello. Época de consolidaciones en nuestra escena.

Había expectativa por la 21° versión del Torneo Nacional, comenzando por la nueva reglamentación establecida por el CIRH, en cuanto al agrandamiento de los arcos a 1,05 metro de alto por 1,65 de ancho. Eso era considerado “un motivo de doble atracción” ya que los atacantes tendrían mayores opciones de anotar; y también, los porteros no podrían retener la bocha sino que rechazarla de inmediato, de lo contrario se cobraría penal.

También, había aumento de competidores a nueve asociaciones gracias al debut de San Miguel, que contaba con Sandro Pifferi y los hermanos Madariaga como estandartes más Atilio Menichetti, José Riveros y el joven goleador Pedro Eraña. Sin embargo, el favoritismo –que lo confirmó con la consecución del trofeo- se lo llevó el representativo de Santiago, con la eterna mezcla de Audax Italiano y Thomas Bata que conformó una fuerte alineación con Rigoberto Campusano; Alfonso Finalteri, Alfonso Erazo; Carlos y Luis Soto. Se agregó a la tribuna de notables el representativo de Huachipato, resaltando su “interesante” aporte a la competencia.
Además, el técnico de los santiaguinos, Luis Soto padre, declaró que “hubo algunos conjuntos que poseían buen juego pero desgraciadamente prefirieron repartir muchos ‘palos’ en vez de dedicarse a jugar”.
Los capitalinos se llevaron el trofeo tras superar en la final, por 4-2, a los benjamines sanmiguelinos, que comenzaban a confirmar en la serie superior el mote de potencia en el concierto nacional. El epicentro de la actividad comenzaba a mudarse a Gran Avenida 3696…

El año hockístico 1972 comenzó con la mira enfocada en la realización del Nacional en Viña del Mar, el que

inicialmente “se había proyectado para la segunda quincena de diciembre (de 1971). Sin embargo, por problemas de organización y otros, fue postergado para el 26 de” enero. Esta eventualidad permitió la advertencia de la prensa, en el sentido que este atraso en la realización del certamen “ha creado problemas serios a la buena marcha del Torneo Metropolitano de la capital, que deberá, prácticamente, quedar en receso hasta marzo. Y esto porque debe respetarse las vacaciones del personal de Bata, Soinca, Audax Italiano y Universidad Técnica”. De esta manera, el campeonato local quedó en receso con diez partidos pendientes para darle prioridad a la cita mayor. Cita en la que Viña del Mar aspiraba a reverdecer laureles, ante una convocatoria total de nueve Asociaciones, que se enfrentaron bajo el formato del Todos Contra Todos.
Fueron cinco maratónicas jornadas, donde en la última el elenco local logró celebrar tras imponerse en el último partido a Santiago por la cuenta mínima, gracias a la anotación de John Panner que desató un carnaval en todo el sector de Forestal Bajo.

Once meses después del triunfo de la Ciudad Jardín, Santiago se tomó revancha al imponerse en la cita que, nuevamente, se escenificó en la cancha del León Prado. Y tal como había sucedido dos años antes, fue una final repetida con idéntico campeón, porque los capitalinos vencieron por 3-0 a los anfitriones. Anfitriones que ya comenzaban a mezclar generaciones, porque a los consagrados hermanos Gastón y Gonzalo Madariaga, Carlos Padruno y Sandro Pifferi comenzaban a lucir los nombres de Eduardo Riveros y Jorge Andreu.

Peñaflor fue el escenario para una nueva consagración del equipo de Santiago, que comenzaba a lucir su clásica camiseta verde con la S blanca en el pecho, con un equipo que mezclaba la experiencia de Alfonso Finalteri con la entrada de nuevos referentes como Arturo Salvatierra, Rubén Leni y Jaime Cabello. San Miguel, el gran favorito porque su base estaba conformada por el equipo líder del Metropolitano, León Prado, no pudo responder debido, a juicio de la prensa especializada, a la falta de resto físico que estaba evidenciando en esos tramos finales del año deportivo.

Fue una suerte de primer ensayo para el Mundial que se disputó tres años después, porque el Gimnasio Municipal de Talcahuano, conocido popularmente como La Tortuga, cobijó al Torneo Nacional. La novedad fue la inclusión de la Selección Nacional, que se preparaba para el Sudamericano que se jugaría en la capital un par de semanas más tarde.

Torneo que, tal como en ediciones anteriores, recibió a diez equipos que se dividieron en dos grupos. Los que, a su vez, llevaron los nombres de dos grandes nombres de la Asociación a modo de homenaje: Gonzalo Madariaga, quien había fallecido tres meses antes tras un accidente automovilístico; y Humberto Mazarelli Rojas, destacado dirigente de Stadio que había sido, incluso, presidente de la Federación.
En la cancha, además de la referencia de Zolezzi y Mazarelli hijo, se unió Cristián Herrera, los ímpetus de un joven llamado Mauricio Dinningham haciendo dupla con Jorge Corvalán. Y en la banca, un par que en los años siguientes también se harían notar: el portero Gianni Carniglia y el alero Rodrigo Muñoz. Todos dirigidos por Omar O’ Ryan quien, a modo de cábala, en todas las jornadas lució una camiseta de la Selección Italiana que le había obsequiado el mismísimo Beniamino Battistela.

En la final se impuso por 6-4 al local, Universidad Católica, que lamentó la lesión de su portero Jorge Andreu, posibilitando el debut de José Antonio Espinoza. Y también, la ausencia de su máximo referente en ese entonces, Eduardo Tapia, quien ese fin de semana estaba en la vecina San Juan para enfrentar a la Selección Argentina como integrante del equipo del Resto del Mundo, donde alineó junto a Antonio Livramento.
Próxima entrega: martes 14 de julio, Torneos Nacionales (1980-1990)

