En silencio, como ha sido en su historia, comenzó su preparación el representativo femenino con miras a la cita en Recife. O como lo decían las propias integrantes del plantel, en tranquilidad. “Al comienzo hubo un boom, te reconocía todo el mundo, pero ya la vida sigue igual de tranquila que antes”, comentaba Alexa Tapia, una de las cuatro sobrevivientes del equipo campeón mundial seis años antes.
Las otras tres eran Camila Méndez, ungida como capitana del equipo; Fernanda Urrea, quien compatibilizaba los entrenamientos con sus estudios de Medicina; y Francisca Puertas, que era la única repatriada ya que se desempeñaba, profesionalmente, en el Reus Deportiu español.
El resto de la plantilla la componían nuevos valores, como Beatriz Gaete y Macarena Ramos, de quienes se anticipaba que “tienen mucho potencial”.
Entre ambos grupos -las “veteranas” y las debutantes- había claras diferencias que se complementaban positivamente sobre el embaldosado. “Las chicas hacen lo que no podemos hacer nosotras, correr y correr todo el partido. Las más grandes ponemos la pausa cuando es necesaria y la experiencia para manejar los partidos”, decretaba Fernanda Urrea.
Dicho recambio “ha sido paulatino” complementaba el técnico Rodrigo Quintanilla. “Hay muchas que estudian. La ‘Coni’ Reyes ahora es sicóloga y tiene que trabajar. Por eso, contamos con muchas niñas que van al colegio y tienen más tiempo. El problema es que falta volumen de jugadoras. De seis equipos tenemos que elegir diez. Y cuesta.” agregaba el estratego.
Bajo ese marco, y tal como se expuso, el trabajo de Las Marcianitas se desarrolló en completo silencio, con los consabidos problemas de falta de financiamiento. Bueno, como históricamente ha sucedido con la actividad, así que no sonaba raro aquel escenario.
Aún así, el objetivo en Recife era, otra vez, las semifinales. Eso sería una suerte de redención tras las escaramuzas en Yuri-Hongo y Alcobendas. “Hemos trabajado por diez meses, en doble jornada durante las vacaciones, y jugado contra equipos de hombres. Creo que la preparación ha sido muy parecida a la que tuvimos en 2006″, señalaba una optimista Camila Méndez.
Lo que sí fue escandaloso fue la diferencia de opiniones entre Francisca Puertas y la Federación. La jugadora esperaba en España que el organismo le pagara el pasaje para viajar a Chile, que era lo que indicaba la lógica. Pero, para variar, no había un solo peso. “He hablado con Rodrigo (Quintanilla) y me dice que está difícil que puedan pagar, que por ahora siga entrenando, pero que no tienen muchos recursos. No quiero faltar, lo único que espero es que encuentren los recursos para llevarme, porque mi mamá ya compró el pasaje a Brasil para verme allá”, contaba la campeona mundial desde la Madre Patria.
Hasta ahí todo normal. Sin embargo, la delantera del Reus agregó que “hasta me han dicho que me pague el pasaje yo misma, que trate de ir, pero no me sobra el dinero como para financiar ese viaje”.
La respuesta del presidente de la Federación, Roberto Rodríguez, fue instantánea y con aderezo. “Su club en España tenía una cláusula que le obligaba a pagar los pasajes cada vez que Puertas viniera a defender a Chile. Pero ahora lo desconoció”, alegaba el directivo.
Tras este insólito cruce de declaraciones, la situación tuvo solución y se pudo contar con la referente lo que, por supuesto, aligeraba la carga de lo que se venía para determinar los objetivos.
Pero ojo, no era la única chilena que alineaba en la exigente competencia hispana. Katherine Quezada, quien había integrado todo el proceso previo al título mundial de 2006 y que había jugado en la Copa América del año anterior, defendía al Alcorcón de Madrid. Toda esa experiencia era válida para integrar la Selección Nacional, por lo que se le consideró en la lista. Pero a la ex Universidad de Chile se le presentó la misma situación de espera de los pasajes para viajar y contaba con que la Federación concretara su venida, tal como sucedió con Puertas. Sin embargo, el presupuesto que se había conseguido sobre la hora para el ítem de repatriadas no alcanzó para incluirla.
Ya de lleno en el torneo, Rodrigo Quintanilla refrendaba los planes del equipo. “No nos pueden exigir nada, porque no nos apoyan como debieran. Pero cuando nos ponemos la camiseta, queremos ganar. Y nuestra autoexigencia nos hace querer estar entre los cuatro”, apostillaba.
El debut en el norte brasileño tuvo sabor a revancha sobre los Estados Unidos. Es que las chilenas mantenían en carpeta la derrota 2-1 que las norteamericanas les habían endosado cuatro años antes y que les impidió a las chilenas acceder a la ronda de los cuatro mejores.
Lo mejor llegó en el siguiente duelo porque la victoria sobre Argentina -que no contaba con jugadoras sanjuaninas, por un conflicto con la Confederación trasandina-, además de afirmar la opción de reconfirmar viejos lauros, conllevó el gustillo extra de vencer por primera vez en un Mundial a las vecinas cordilleranas en un Mundial. Ya se hablaba de que había opciones concretas de emular lo realizado seis años antes en San Miguel.
Sin embargo, la perfección mostrada en esos dos primeros cotejos no se pudo repetir en el pleito con las francesas. Imprecisiones en las marcas y la efectividad en el contragolpe fueron suficientes para que Les Bleus construyeran su goleada.
Una suerte de auto desagravio llegó con el triunfo sobre las brasileñas, que permitió a las chilenas la opción de anotarse en el quinto puesto ante Alemania.
Pero esa definición tuvo el aderezo del dramatismo. El tanto anotado por Fernanda Urrea construyó el 1-1 con las germanas, que se extendió al tiempo extra.
En la definición a penales, las europeas se impusieron por la cuenta mínima. En todo caso, se destacaba que aquel sexto puesto era el mejor registro de Las Marcianitas desde el título de 2006. Meritorio considerando el escenario en el cual tuvieron que trabajar previo al viaje. Pero las expectativas eran mayores…