2. El Aporte del Español

Elías Reyes, hincado al extremo derecho de la foto, encabezó la revolución hockística de la UC a partir de 1950.
Elías Reyes, hincado al extremo derecho de la foto, encabezó la revolución hockística de la UC a partir de 1950.

El inicio de la década de los 50 fue sinónimo de cambios en el hockey chileno, ya que se dejó atrás el disco con el que se disputaba cada partido para aplicar la normativa internacional y jugar con bocha.

En esa coyuntura evolutiva, Universidad Católica realizó si aporte a la escena al contratar al jugador y técnico español Elías Reyes, quien arribó al país en julio de 1950. El ibérico se había contactado con los dirigentes cruzados un par de meses antes, cuando el plantel de fútbol cruzado realizaba una gira por Europa.

Madrileño, de profesión contador, tenía un currículum para tentar: había iniciado el hockey en la Comunidad de Castilla, tras ver el juego en Barcelona. También, fundó la rama de este deporte del Atlético de Madrid. Y asistió al Mundial de Lisboa, en 1947, para ver en directo a las principales potencias del Viejo Continente. Quedó entusiasmado con el juego de los portugueses, de los que tomó nota perfeccionado sus conceptos en lo táctico y sistemas.

Pero después de la labor en su patria, manifestó sus deseos de venir a trabajar a Sudamérica. El contacto con los directivos universitarios le permitió cumplir su objetivo. “El hockey es un juego –como todo juego colectivo- en el que predomina la inteligencia individual para hacer del conjunto una máquina” era uno de sus axiomas. Recalcaba que sus jugadores requerían dominio –del patín, chueca y pelota- y velocidad –física, de acción y de concepción-.

Tras los partidos que presenció en la cancha del estadio Santa Laura, sus diagnósticos iniciales sobre sus nuevos dirigidos –y del hockey chileno, en general- fueron drásticos. De partida, dijo que sus jugadores eran demasiado individualistas en el juego. También, que no patinaban sino que “andaban” sobre los patines y estaban más preocupados de aplicar el freno del botín en vez de avanzar. “Se lo pasan frenando, que es lo mismo que andar caminando en la pista”, sentenció.

Reclamó contra el exceso de rudeza que se aplicaba en cada partido, matizado con la permisividad que otorgaban los árbitros en las cargas y reciedumbre. “El hockey jugado con violencia es el más peligroso de los deportes”, decía.

Por eso, apelaba al dominio del patín y la chueca para sortear el marcaje rival. “Pero primero deben aprender a patinar. Patinar jugando hockey no es lo mismo que patinar divirtiéndose”, agregó especificando que en la escena local había temor a jugar con velocidad. Pero quedaba tranquilo porque había aptitudes para este deporte. Sólo que debía tomarse el tiempo suficiente para sembrar sus conceptos.

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