Tras las aplicaciones tácticas y técnicas que aplicó Elías Reyes en Universidad Católica -y que fue recibido positivamente por el ambiente, imitando lo que mostraba el quinteto cruzado- el siguiente paso fue la construcción de la cancha propia para poder agrandar la oferta deportiva en la capital.
Tal logro se cimentó tras la sugerencia del técnico europeo para apoyar el desarrollo de la rama en el equipo de la cruz azul. Por eso, gestiones ante las autoridades de la Casa Universitaria, más donaciones y créditos, consiguieron un costo de 130 mil pesos de la época para levantar el rectángulo en uno de los patios de la Casa Central.
La cancha se inauguró el 9 de septiembre de 1951 con una misa oficiada por Monseñor Carlos Casanueva, la bendición y un triangular entre los tres equipos de Facultades que había en la Universidad. Una semana después, aprovechando los festivos por Fiestas Patrias, se disputó un cuadrangular con la UC, un seleccionado de Valparaíso, Universidad de Chile y Fernández Vial de Concepción.
Con la cancha ya al servicio del hockey chileno, en la revista de la Universidad Católica se destacó que “la Sección Hockey de nuestro club había hecho notar la necesidad impostergable que nuestra capital y, particularmente, la institución, dispusiera de una buena cancha de hockey pues hasta el momento dicho deporte se había venido jugando en las calles y en la única cancha del Estadio Santa Laura”.
Elías Reyes era el más satisfecho por aquella obra, ya que contaba con las medidas reglamentarias, con baldosas de cemento más barandas de madera y mallas metálicas. Satisfecho, salvo por un par de detalles: no había mucho espacio en sus alrededores para ubicar tribunas; y no podía utilizar durante todo el día, para evitar ruidos en los horarios de clases.
Sin embargo, para la dirigencia del hockey cruzado el aporte del estratego ibérico y la construcción del campo de juego propio “constituyen el más poderoso impulso que haya recibido este deporte en Santiago y que dan a nuestro club, una vez más, la calidad de pionero en empresas deportivas”.
Lamentablemente, aquel sueño sólo se extendió por poco tiempo ya que debido a los ruidos que se producían durante cada jornada hockística, que interrumpía el normal desarrollo de las clases en la salas circundantes, terminó por cerrar aquella cancha.
A partir de ahí comenzó un nomadismo de la rama por tener su propio espacio vital. La siguiente estación fue el estadio Santa Rosa de Las Condes, donde el rectángulo se ubicaba al lado de la ribera del río Mapocho. Pero el crudo temporal de julio de 1982 inundó y dejó a muy mal traer la cancha. Prácticamente, inservible.
De ahí, la estación fue el Campus San Joaquín antes de recalar, en forma definitiva, en el Balneario Municipal de la comuna de La Florida.