
Es quien define los destinos de su equipo. Un solo movimiento de sus extremidades puede significar un aporte para un triunfo o un error para una caída. Todo eso casi de manera silenciosa, mientras observa que su paisano contario sufre los embates de sus compañeros en ofensiva. Por eso, las siguientes líneas son un pequeño homenaje hacia todos quienes se exponen a pelotazos y cargas antagonistas para impedir el gol en su propio arco.
Porque es la labor de la arquera/o la base de una alcuza para garantizar el equilibrio de un quinteto. Cuán caballero de fantasía heroica, ataviado con su armadura compuesta por mascarilla, pechera, guantes y perneras empuñando su stick, una suerte de espada para hacer frente a creaturas míticas representadas en los ataques de sus rivales. Un cerrajero férreo, porque debe impedir que abran las puertas de su cabaña.
Es el puesto del arquero, muchas veces elogiado pero en tantas más, criticado. Si el armador es quien, en pista, maneja los tiempos del equipo con sus pases y disparos a puerta, el guardavallas es el motor de la alineación, porque es su labor la que mantiene en marcha al equipo. Una atajada puede dar nuevos ímpetus, un error involuntario puede influir en el ánimo del resto.
Motor un poco olvidado, casi sin tomar en cuenta a ratos porque tácitamente se sabe que está ahí, agachado, oteando el horizonte para impedir la caída de su fortaleza. Casi de perogrullo que debe desviar todo lo que se le venga en frente o desde los costados.
Pero al motor se debe cuidar, mantener en correcto rodaje. Por eso, la importancia que hoy ha tomado el entrenador especializado, que ha terminado con esas escenas en las prácticas donde mientras el técnico da instrucciones a los jugadores de campo, el portero sólo miraba o se movía por su lado.

Paradojas. Según el ex arquero español Guillem Trabal, en su tesis Estudio etnográfico del portero de hockey sobre patines: una vida entre paradojas señala que “hegemónicamente, el portero tiene un relevante reconocimiento social dentro de este deporte, un reconocimiento sustentado en su importancia y que lo identifica como componente del equipo de una forma concreta. Entender que es un portero tiene dos vertientes: primero, desde la identificación de los puntos comunes hacia los otros porteros; y segundo, desde la identificación de las diferencias hacia el resto de jugadores de pista, por este motivo son considerados diferentes y especiales. Esta construcción identitaria basada en la diferencia se adjudica tanto por la propia sensación que siente de diferencia el propio portero como por la manera como el resto de la comunidad del hockey lo distingue; hay quien considera que practica un deporte individual dentro de un deporte colectivo”.
Quien fuera guardavallas del Voltregá, Lleida y Reus agrega que “la cultura del hockey sobre patines tiene tendencia a catalogar la figura del portero con unas características especiales que lo diferencian del resto de jugadores. Las pocas aportaciones que se hacen tienen un denominador común: gran importancia dentro del equipo y con una influencia muy estrecha de sus actuaciones con el resultado del colectivo, una personalidad particular como elemento destacado en la conformación de su identidad y una extraña soledad dentro del equipo”.
Y mire cómo son las cosas, porque aunque suene redundante la sola presencia del cancerbero con espinilleras define el trámite de un partido. Si se gana, fue porque “nuestro arquero paró todo hoy”. Pero si se pierde, no se duda en apuntarlo con el dedo acusador con la frase “hoy no tuvimos arquero”.
Erradas creencias. Lo anterior es parte de la paradoja de quienes visten la pechera y perneras. Porque, siempre con la palabra autorizada de Guillem Trabal, “aunque se acepta que el portero es decisivo y determinante raramente los entrenadores de iniciación (Escuelita) permiten que los jugadores con más habilidades y capacidades se pongan en la portería. Incluso, a veces sucede todo el contrario, se escoge para ocupar la posición de más riesgo y más importancia a aquel niño/a que de entrada presenta menos aptitudes para el deporte. Así de claro lo manifiesta un ex portero de la Selección Española, varias veces campeón de Liga y de la Copa de Europa, en la que nos explica su iniciación en la modalidad: “Escogí ser portero porque era gordito, no sabía patinar y me pusieron obligatoriamente ahí.”
Súmele a eso la reacción de los padres cuando el entrenador les comenta las posibilidades que tiene su hija/o al probarse como guardavallas. La mayoría muestra un guiño de desagrado, influenciado por ese errado constructo social que indica que “mandan al arco al más malo del equipo”.
Craso error, porque es ahí donde se debe remarcar la importancia que el arquero tiene hoy en el hockey sobre patines. No en vano, los españoles señalan que es el 80 por ciento del equipo. Porque además de atajar, un despeje suyo bien dirigido puede significar el inicio de una veloz transición para la concreción de un gol.
Nombres propios. Ejemplos hay varios, como el portugués Angelo Girao, clave en la obtención del título mundial para su país en 2019; tal como sucedió con el argentino Conti Acevedo en los recientes World Skate Games de San Juan –y eso que en la banca estaba Valentín Grimalt, el mejor arquero de la Serie A1 italiana y quien en la pasada temporada anotó un gol gracias a un buen despeje desde área propia-.
En el hockey nacional hay prototipos que también reafirman la importancia del guardián de los parantes. Comenzando con Fernanda Hidalgo, considerada una de las mejores del mundo y hoy pieza clave del Telecable Gijón, uno de los cuatro grandes de la competencia española. Escenario donde también se desempeñan Fernanda Tapia, referente del CP Fraga; Pauli Santibáñez, aportando todo su oficio y experiencia en el Gatikako Iusturi; Lorena Hernández, consolidándose en el Hockey Berenguela; y Florencia Triviños, actualmente la de mayor proyección en el puesto defendiendo al HC Ponteareas.

Todas ellas herederas de Gabriela Cruz, la primera gran portera en el retorno del hockey femenino chileno a fines de la década de los 90, y Constanza Reyes, una de las figuras en el título mundial de las Marcianitas en 2006.
En los varones, Diego García fue destacado en los recientes Mundiales de San Juan y se le avizora un tremendo porvenir en la ubicación. Le acompaña Pedro Martin, quien hace rato está haciéndose notar en la competencia francesa. En el ámbito local, Maxi Armijo (IDF) aún exhibe sus habilidades bajo los parantes, mientras que Roberto Figueroa (HC San Jorge) y Jack Acosta (Estudiantil San Miguel), por nombrar a un par entre los destacados actuales, forman parte de una nueva camada de guardavallas.
Continuadores estos ámbitos de una tradición que lidera José Antonio Espinoza, de quien aún se recuerda al otro lado de la cordillera su monumental faena ante Argentina, en el histórico 3-2 en el Cantoni el 13 de octubre de 1989 –el partido aquel del disparo de distancia de Osvaldo Rodríguez cuando restaban 12 segundos para el final del pleito- y que reafirmó que Toño fue uno de los tres mejores de la década junto al español Carles Trullols, considerado el más destacado de la historia en el puesto, y del portugués Antonio Ramalhete.
Detalles a destacar: mientras el chileno era uno de los pocos que salía más allá de su zona para cortar el avance rival, el ibérico fue uno de los primeros en utilizar las piernas para desviar los bochazos.
Mencionada tradición que también incluye, entre muchos, a Juan Rojas, el primer gran arquero del hockey chileno; Juan Sánchez, símbolo histórico de Thomas Bata; y Jaime Cabello, el arquero de la legendaria Roja de 1979-1980.
Y eso que se quedan en el tintero Mario Garay, Jorge Cordero, Atilio Menichetti, Sandro Zolezzi, Carlos Suez, Jorge Andreu, Daniel Martínez, Francisco Mardones, Raúl Candia, Rodrigo Quintanilla, Jaime González, Ricardo Correa, Ramón Méndez, Sergio Jara, Alberto Núñez, Pablo Manosalva y Mathias Escudero.
En conclusión, y a modo de consejo para las mamás y papás a cuyos hijos sus entrenadores les están sugiriendo que prueben con los guantes y las perneras: no frunzan el ceño, al contrario, piensen en la importancia que le están dando a su pequeño deportista. En la importancia y tradición que está asumiendo, que no es para cualquiera. Porque el arquero es especial dentro del equipo, el que marca la diferencia. Y no sólo porque viste diferente a sus compañeros… es el motor del equipo.
Diego García un campeón
Un Genio, dominaba el area patinando en cuclillas, volaba hacia adelante y podia sorprender al delantero quitándole la pelota, Podia parar una pelota con la pierna a la altura del travesaño.
Recuerdo perfectamente las canilleras marca “Teide” (No es publicidad ya no se fabrican)
Nos deslumbró en el campeonato Mundial de 1978 en San Juan.
Gracias por el recuerdo